Padre, necesito tus manos… necesito que me traigan de un país muy lejano donde nadie habla de hijo, ni te tiende una mano.
Necesito que repitan la bendición que he negado y que tu amor sea la herencia que esta vez te reclamo.
Necesito que me acerquen lo que fuera he buscado, por creer que no bastaba lo que tenía a tu lado.
Necesito escucharlas, diciendo: “¡Al fin, has llegado!”, curando las heridas de mis pies que han tropezado.
Necesito sentirlas repasando mi pasado, olvidando las fatigas que causaran mi pecado.
Necesito que me digan lo mucho que esperaron y que en silencio en mi escriban: “tu decisión respetamos”.
Necesito que pidan que haya fiesta y comamos, porque mi vida, moría, y nueva Vida he encontrado.
Necesito que queden para siempre tus manos, recordándome que eres: tú, mi Padre; yo, “tu amado”, y así entonces aprenda el oficio de las manos: hacer sentir “en casa” a todo pródigo hermano.
Javier Albisu