Desde que mi voluntad está dispuesta a la tuya Señor, conozco la medida de la mejor libertad.
Vení Señor, y tomá las riendas de mi albedrío; de tú mano me fío y a tú mano me entrego, que es poco lo que me niego si yo soy tuyo y vos mío.
A fuerza de amor humano me abrazo en amor divino. La santidad es camino que va de mí hacia mi hermano.
Quiero darme sin tender la mano para cobrar el favor;
Quiero darme en la salud y en el dolor a todos, de tal suerte que el día que me encuentre la muerte lo haga sin nada más que el amor en mí.
¡Que así sea!