Espíritu Santo, vos que sos maestro de las cosas pequeñas
te pido me enseñes a ser feliz valorando esa enseñanza.
Muchas veces no sé disfrutar de ciertas cosas
porque me parecen simplemente pequeñas.
Otras veces dejo de hacer buenas acciones
solo porque me parecen insignificantes.
Ayudame a dominar ésta tentación que frecuentemnte
me invade y reconocer que ese pequeño momento
vale la pena, porque es la simple felicidad que el Señor
me está regalando ahora, en ese preciso momento.
Enseñame a disfrutarlos con sencillez para que puedan
tonificar mi alma y me hagan sentir vivo,
preparándome para otras alegrías más grandes.
Que vea que esa pequeña acción vale la pena,
que dar una sonrisa vale la pena,
regalar ese saludo amable, vale la pena,
ofrecer esa simple ayuda, vale la pena…
Dame la gracia Espíritu Santo, de hacer acción
tu inspiración en mí, y ver que de esa manera,
que nada es pequeño, todo es sin medida,
porque si vos lo inspirás, la respuesta
es un acto de amor. Entonces, ¡vale la pena!
¡Que así sea!
Adaptación de un texto de Víctor Manuel Fernández