Evangelio según San Juan 20,11-18

martes, 3 de abril de
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María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: “Mujer, ¿por qué lloras?”. María respondió: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”.

Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. Jesús le preguntó: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?”. Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo”.

Jesús le dijo: “¡María!”. Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: “¡Raboní!”, es decir “¡Maestro!”. Jesús le dijo: “No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: ‘Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes'”. María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.

 

 

 

Palabra de Dios

 

 

 

 


 P. Raúl Gomez 

 

 

 

Nos encontramos en torno a la palabra del Señor en este día, ya transitando el tiempo pascual, tiempo de alegría, de esperanza, de amor.

En este Evangelio, vemos claramente en esta escena bíblica a María Magdalena llorando en las puertas del sepulcro, y ella asomándose descubre a estos dos ángeles que están custodiando al Señor; comienza el diálogo entre ella y los ángeles que le pregunta donde han puesto a su Señor y luego aparece Jesús en la escena que le pregunta ¿Porqué lloras? y ahí también María Magdalena interpela a Jesús y este último la llama por su nombre.

A María Magdalena le cuesta reconocer a Jesús que es camino verdad y vida, le cuesta descubrir su misión.

Sin embargo, ella responde Maestro, se pone en el lugar de discípula, y ahí comienza ese encuentro que tiene que ver con nosotros que nos encontramos con el SEÑOR de la vida, el resucitado que nos llama y nos recuerda nuestra misión.

Queridos hermanos pidamos al Señor que este tiempo especial que estamos viviendo que es de luz, esperanza, gozo sea para nosotros la oportunidad para poder anunciar la alegría del Evangelio con el Papa Francisco.

Que podamos ser luz en la oscuridad, alegría donde hay tristeza, fortaleza donde hay debilidad, consuelo donde no lo hay.

Que el Señor sea luz y guía para nacer a la vida nueva del resucitado.

 

 

 

 

 

 

 

 

Oleada Joven