Gracias Señor porque eres en mí,
presencia de vida eterna.
Desde mi silencio siento como mi amor te busca
y se funde con el tuyo, y en este maravilloso todo y uno, la luz,
la paz y la armonía nos acercan infinitamente.
Sé que no hay nada que pueda separarnos porque soy parte de Ti,
esa parte que siempre cuidas y velas con esmero,
paciencia, sabiduría, perdón y misericordia.
¡Cuántas veces he sentido tus manos
levantándome cuando he estado caído!
Y sé que habrás de levantarme cuantas veces sean necesarias,
porque confías en mí y en que saldré siempre adelante.
Gracias por el Amor hecho carne, por el Espíritu que nos cubre,
envuelve y alimenta con tu verdad a cada instante.
Humilde y rendido ante tu presencia recibo con fe
lo que en mis manos pones.
Acepto lo que debes darme y es así en mí tu voluntad,
ahora y siempre.
Amén
Himno de la Liturgia de las Horas