Estoy viviendo a toda velocidad, Señor, no me detengo en nada,
las circunstancias me van viviendo y no vivo yo las circunstancias.
Paso de una actividad a otra.
Los días y las noches pasan presurosas
y creo que dejo de hacer cosas muy bellas.
Mi vida se desliza vertiginosa;
quiero detenerme y ver una puesta de sol,
quiero encontrar tiempo para visitar a un enfermo;
darme tiempo para leer.
Pero sigo repitiendo: “no tengo tiempo”.
Cuando llega la noche, analizo: corrí, corrí como todos los mortales.
Dejo de disfrutar, de saborear las miradas, de detenerme en la plaza…
Dame fuerza, Señor, para detener mi carrera.
Quiero sentir la paz para darla a mis hermanos
que , al igual que yo, corren.
Dejamos lo trascendental por lo transitorio.
En todos los rostros se observa un duro gesto
de velocidad que lo va desfigurando.
Dame, Señor, serenidad para vivir,
calma para detenerme y poder amar a todos.
Sin prisas, sin velocidad, sin atropellamiento.
Te ofrezco mi jornada de hoy, Señor, llénala de tu amor y paz,
para poder darlo a los demás.
Amén
Ana María Rabatté y Cervi