Hay que dejarlo todo en el seguimiento a Jesús.
Primero se dejan las cosas: lo que se recibe heredado y viene grapado a apellido, lo que es fruto del trabajo y lleva nuestra huella.
También hay que dejarse a sí mismo: los propios miedos, con su parálisis y los propios saberes, con sus rutas ya trazadas.
Después hay que entregar las llaves del futuro, acoger lo que nos ofrece el Señor de la historia y avanzar en diálogo de libertades encontradas mutuamente para siempre, que se unifican en un único paso en la nueva puntada de tejido (…)