Siempre ha estado ahí ese anhelo, esa mirada, esa pregunta. No siempre le sé poner nombre, pero, Señor, tengo sed de ti, de justicia, de respuestas, sobre todo, de amor. De un amor radical, profundo, incondicional y eterno. Y todo eso eres tú.
En este tiempo de Adviento me recuerdas que estás viniendo, una y otra vez, a mi mundo, a mi historia, a mi vida. Y me das un toque de atención para que no me distraiga con otros anhelos que se agotan pronto, con otras hambres que nunca me satisfacen, con otros motivos que entretienen, pero no dan sentido. Porque lo que deseo, eso es lo que voy a perseguir con todas mis fuerzas. Pues, Señor, te necesito a ti. Ven, Señor Jesús.
¿En qué se nota tu anhelo, tu sed, tu necesidad de Dios?
Fuente PSJ