Aceptar los procesos

miércoles, 13 de marzo de
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El Reino tiene su tiempo, el tiempo de Dios, que no coincide necesariamente con el de nuestros relojes, proyectos y ansiedades.

Necesitamos cultivar procesos. Saber distenderse en los procesos, no querer acelerarlos por la ansiedad que nos llega de una cultura trepidante, ni estancarnos por el ambiente de desencanto, es una gran sabiduría. Atravesaremos momentos favorables y luminosos como el día, y momentos desfavorables como la noche, con su oscuridad y su desconcierto. En la noche se asientan los caminos y se purifican los amores. Ni apoderarse de los momentos luminosos, como quisieron hacer los discípulos cuando Jesús dio de comer al pueblo, ni perderse en las tinieblas oscuras y amenazantes del lago.

 
 
Es fundamental saber contemplar la belleza y sabiduría que encontramos ya ahora en cada etapa del proceso. La planta que sorprende al romper la tierra con hojas tan frágiles, la flexibilidad de los tallos ante el vendaval que las doblega sin romperlas, la aparición de las espigas, la plenitud dorada de la cosecha… El momento de conversión de una persona es algo extraordinario; su crecimiento lento en la fe también lo es. No hay que vivir en la tensión de consumir sólo los resultados maduros sin disfrutar ya el sabor del fruto presentido en la belleza de cada pequeño milímetro de crecimiento.

La procesualidad tiene dos enemigos, el inmediatismo devorador del tiempo y las dilaciones reiteradas que nunca realizan nada y en las que el tiempo nos devora a nosotros. En la nueva cultura tenemos «el mundo al alcance de un «clic», todo al instante. Falta el cultivo de los largos procesos que suponen compromisos sabios de duración impredecible.


Fuente: "Tiempo de crear" Autor: Benjamín González Buelta

 

 

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