Amor gratuito

jueves, 21 de marzo de
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Sobre todo, es un amor gratuito. El hecho de que me quiera no depende de que yo sea bueno o malo, merezca o no desmerezca. El Padre me ama gratuitamente. Él me comprende mejor que yo a mí mismo, y no tiene razones para amarme. Me ama porque me ama. Sencillamente, es mi Padre.

 

Desde los días eternos, me llevó en su corazón. Llegado mi tiempo, se colocó en el seno de mi madre y fue tejiéndome con cariño, con dedos delicados y sabios, desde las células más primitivas hasta la comprejidad de mi cerebro. Soy una maravilla de Sus dedos. Fui concebido en la Eternidad por el mor y fui dado a luz en el tiempo por el Amor. Desde siempre y para siempre, soy gratuitamente amado por mi Padre. ¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de toda consolación!

 

Amar a Dios no es fácil, amar al prójimo no es fácil, pero, cuando el hijo se sepa amado, sentirá unas ganas locas de salir de sí mismo para amar. Sólo los amados pueden amar. Los amados siempre aman; los amados no pueden dejar de amar. Sólo los libres pueden libertar; sólo los puros pueden purificar; sólo lo hijos de la paz pueden pacificar. A un hijo amado no le digan que ame: sin que nadie se lo diga, un impulso interior lo empujará comprender, a acoger, a asumir y a llenar de felicidad a todos los huérfanos que andan por ahí necesitados de alegría y amor.

 

 

Aquí está el misterio de Jesús. Jesús fue Aquél que, en los días de su juventud, vivió una altísima experiencia del amor del Padre. Por aquellos años, Jesús se sintió embriagado por la cálida e infinita ternura del Padre. En las montañas que rodean Nazaret, el Hijo de María se sintió una y mil veces querido, envuelto, compenetrado por una presencia amante y amada y, como efecto de ello, experimentó claramente qué significa ser libre y feliz.

 

Después, no pudo contenerse en Nazaret. Necesitaba salir, y salió al mundo para revelar al Padre, para gritar a los cuatro vientos la gran noticia del amor y para hacer tan felices a los demás como el Padre lo había hecho a Él.

 

Y se fue por todas partes libre y libertador, amado y amador, para tratar a todos como el Padre lo había tratado a Él. "Así como mi Padre me amó, de la misma manera yo los amé a ustedes. Ahora sigan irradiando el mismo amor".

 

Fuente: "Dios Adentro" Autor: Ignacio Larrañaga

 

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