“¿Me amas Pedro?”

domingo, 14 de abril de
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Es una aparición, como todas las de Jesús Resucitado, ricas para llenaros de su presencia, pero especialmente nos vamos a detener en el diálogo de Jesús con Pedro, y la pregunta tan simple y a al vez tan hondamente humana, con que Jesús se despidió de Pedro: “¿Me amas?”. (Tomamos el Jn 21, 1-19 )

 

Es una pregunta que va al fondo y exige la verdad. Todo hombre ha hecho esta pregunta a la persona con la que quiere compartir la vida sabiendo que de la respuesta depende el curso de su existencia. “¿Me amas?”. Ahí no hay lugar para la táctica ni la estrategia. Jesús no preguntó a su apóstol cuánto había entendido, tampoco cuál era su capacidad de trabajo, sino que le pregunta cuál era la hondura de su amor y sólo cuando estuvo seguro que ese amor era sólido, pudo confiar definitivamente su obra a la debilidad humana. “Apacienta, apacienta mis corderos”. Porque Jesús reconoció que Pedro en verdad lo amaba, confió en él, y por eso le dio la misión de confirmar a sus hermanos. 

 

Sobre sus débiles fuerzas de hombre convertidas en rocas, el Maestro edificó a su Iglesia, y simbólicamente a él como cabeza, le entregó las llaves que abren la puerta de la vida. Quizás la prudencia hubiese aconsejado desconfiar, porque Pedro había conocido la traición, el temor pudo paralizar en un momento todos sus sueños, había negado a quien amaba, todo pareció, entonces, terminado. En esas circunstancias quiso ir al fondo de las cosas e hizo la pregunta decisiva, la única que en definitiva interesa: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?”.


Jesús esperó la respuesta de Pedro, como Dios aguardó expectante el sí de María del cual dependía el plan de salvación. El futuro de la fe, dependía ahora de ese amor y Pedro no falló “Señor, Tú sabes que te amo”. Jesús, a través de la vida y de un modo particular en estos ejercicios, nos ha buscado a nosotros. Con el tiempo hemos desencantado ese primer encuentro, muchas veces por querer adaptarnos a los tiempos, por el imperativo de dar razón de nuestra fe, muchas veces hemos ido cargando la vida cristiana de teologías… fácilmente nuestra fe se ha convertido en doctrina, en afirmación de valores morales, en pensamiento social, en acción y todo eso es realmente fundamental y necesario, pero no puede sustituir una relación gratuita de amor, ternura y fidelidad entre el hombre y Jesús. Ahí se encuentra el alma del ser cristiano, y para eso son los Ejercicios, para este encuentro personalísimo entre el hombre y Jesús.

 

 

 

 

Como cristianos, no se cuántos serán los que puedan decir que aman al Señor con toda su alma, con todas sus fuerzas y con todo el corazón, pero en nuestro deseo está el avanzar hacia esa totalidad. Por eso hoy es fundamental que hoy el Señor nos pregunte ¿me amás?.


Han pasado los años y pocos pasajes tiene para nosotros más actualidad. La iglesia nos invita ahora a una nueva evangelización, a una misión permanente, a un reencuentro con Cristo que renueve a fondo nuestro ardor. En éstas circunstancias el Señor repite su pregunta final que está en el origen de la iglesia y de todo proyecto evangelizador… “¿vos, me amás?”. Él espera la respuesta. No podemos engañarnos ni engañarlo, Él desea que como Pedro y con Pedro podamos contestarle “Señor, Tú lo sabes todo. Tú sabes que te amo”.

 

 

 

P. Julio Merediz

durante los Ejercicios Ignacianos

en Radio María

 

Oleada Joven