Puesto en la Mesa

viernes, 31 de mayo de
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El pan no se entiende como tal, hasta no estar puesto a la mesa.

Allí tiene su lugar. En una mesa que nunca es de soledad. Es de familia, de amigos, de compañeros de trabajo, pero no de soledad.

Como mesa compartida, al pan se lo acompaña con la palabra. Una palabra que encuentra la confianza de la mesa para ser puesta sobre ella. Allí, se necesita la presencia diaria de ambos.

Poco a poco, ellos van dando un gusto propio a los que se reúnen, como un sabor que día a día se comparte.

El pan es aquello que se puso a la mesa para ser servido. Y el modo propio de servir lo que está a la mesa es: ofrecerlo, brindarlo, unos a otros.

Por eso es que el pan no puede faltar a la mesa, como tampoco nadie puede faltar a la mesa del pan.

La Eucaristía es el Amor que Dios puso a la mesa de su familia para ser servido. Para que unos a otros se lo ofrezcan, se lo brinden.
 
 

La presencia real de Cristo, tiene su lugar privilegiado en torno a la Mesa en que se comparte el Sacramento del Pan Eucarístico. Ello no significa que no lo tenga, con igual importancia, en torno a aquella otra mesa donde lo que se comparte es el sacramento de un corazón que se reconoce prójimo hermano.
 
Una mesa conduce a la otra. Si se falta a la una, se falta también a la otra. Se falta a la Mesa cuando falta el servicio, y se falta a él, cuando falta el amor. De ahí la necesidad urgente de escuchar la Palabra y recibir el Pan que juntos se nos brindan, para que poco a poco se vaya formando en nosotros, el gusto de, en todo: Amar y Servir.
 
 
Fuente: javieralbisusj.wordpress.com Autor: Javier Albisu sj 
 

 

 

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