Partir

martes, 12 de noviembre de
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Cuando se decide partir, es necesario hacer las maletas, ensillar nuestro asno y ponerse en camino. La montaña apenas se vislumbra en la lejanía. Es necesario partir al alba.
Se trata de una gran marcha. Hay que decir adiós. ¿A qué?
A todo y a nada.

A nada, porque el mundo que dejamos estará siempre cerca de nosotros, en nosotros, hasta nuestro último aliento, siempre así de cerca. Incluso siendo rechazado, encontrará la oportunidad de surgir con más vehemencia si cabe, en el interior de nosotros mismos.
A todo, porque cuando se parte a la búsqueda de lo absoluto, cortamos los puentes con todo aquello que podría distraernos.

La separación, finalmente, no se da en el alejamiento sino en el desprendimiento. Hay que evitar, a cualquier precio, que nuestra personalidad se repliegue sobre sí misma, que construya una ciudadela.



Antes de marcharse, hay que dar algunos hachazos. Cortando alrededor, se visualiza inmediatamente lo que hay que hay que cortar en uno mismo. Pero no es necesario estar totalmente desligado de todo y de sí para poder partir.

¿Qué llevar consigo? Toda la persona y nada menos. Extraña respuesta después de haber dicho que hay que dejar todo y sobre todo dejarse uno mismo. Y cierto es sin embargo; hay que llevarse uno mismo entero. Muchos sólo parten aparentemente. Se crean una personalidad artificial, y es este robot, esta sombra de ellos, lo que envían. No entran jamás por completo en la experiencia.

Cuando se marcha es necesario colgar sobre el asno todo lo que se posee y partir con todo lo que se es, hay que tomarlo todo, las grandezas y las debilidades, las grandes esperanzas y las tendencias más bajas y violentas. Todo, todo; porque todo debe pasar por el fuego.

 

Fuente: buscandotushuellas.wordpress.com Autor: P. Yves Raguin, Chemins de la contemplation – Traducción de Teresa Narbona Rodríguez

 

Oleada Joven