Que nadie quede excluido de la Alegría

martes, 24 de diciembre de
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Queridos hermanos:

Nuestro corazón está expectante, gozoso en la espera de un Dios que está viniendo. Llega por sorpresa, quizás cuando y donde menos lo imaginamos. María, mujer humilde y al mismo tiempo fuerte, lo esperaba. Tenía esperanza de que Dios irrumpiría en la historia a salvar a su Pueblo. Pero si bien es cierto que María esperaba a Dios, más cierto es que antes y primero era Dios quien esperaba a María. Dios viene, te busca: ¿qué respondes? ¿Crees que Dios te espera?

Y Dios llegó de un modo nuevo, porque siempre sorprende: se hace ver poco a poco. Somos nosotros los que queremos ver “el todo” con demasiada prisa. Llegó a María porque en la casa de los humildes, Dios siempre encuentra sitio, y sólo pide que se le resguarde en la parte más cálida de nosotros mismos: el corazón. Así llegó primero a su corazón, así también quiere llegar a los nuestros. Luego será Él quien irradie el calor que necesitamos, pero primero entra con la astucia de quien mendiga y comienza a desplegar gradualmente la humildad misteriosa de su fuerza. Eso es Evangelio. Él despierta en nosotros el deseo de tenerlo en nuestra vida.

No hay razón para que alguien piense que Navidad no es para él, que nadie quede excluido de la alegría que trae el Señor.

Navidad es nacimiento, es renovar ahora mismo el encuentro personal con Jesucristo.
Navidad es tomar la decisión de dejarse encontrar por Él.
Navidad es arriesgar, sabiendo que el Señor no defrauda.
Navidad es dar un pequeño paso hacia Jesús.
Navidad es descubrir que Él ya nos esperaba con los brazos abiertos.
Navidad es el momento para decirle a Jesucristo: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores» .
Navidad es nacer, es volver a Él. ¡Nos hace tanto bien volver a Él!

Y Él despierta en nosotros el deseo de anunciarlo para dar a conocer su belleza. La misión nace precisamente de este encuentro. “María partió y fue sin demora” . Colmada de Dios, María comienza a descubrir el estilo de Dios, su modo de ser, su modo de venir, sus ganas de salir.

La vida comienza a tener la gran novedad de quien ya no vive para sí mismo, somos salvados del vacío interior, de la tristeza, del aislamiento. Cuando la vida se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien.

Queridos hijos, nuestro Papa nos está invitando a una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría. Como María: partir sin demora, viviendo el gozo sereno que hace estremecer de júbilo. Llevar el Evangelio a las personas que cada uno trata, tanto a los más cercanos como a los desconocidos. Tener la disposición permanente de llevar a otros el amor de Jesús en cualquier lugar: en casa, en la calle, en la plaza, en el trabajo, en los caminos. Ir con la certeza de que el Reino de Dios ya está presente, y está desarrollándose aquí y allá, de diversas maneras, y siempre puede sorprendernos gratamente, como nos lo ha hecho en este año que termina. Jesucristo provoca por todas partes gérmenes de ese mundo nuevo. La inquietud del amor impulsa siempre a salir al encuentro del otro, sin esperar que sea el otro quien manifieste su necesidad. Podemos preguntarnos: ¿estoy inquieto por Dios, por anunciarlo, por darlo a conocer? ¿O me dejo fascinar por esa mundanidad que empuja a hacer todo por amor a sí mismo?

Que la celebración del Nacimiento de Jesús, en estos día que socialmente hemos vivido acontecimientos difíciles, anime a todo bautizado a ser instrumento de pacificación y testimonio creíble de una vida reconciliada. Es hora del nacimiento de una cultura que privilegie el diálogo como forma de encuentro, la búsqueda de consensos y acuerdos, sin separarla de la preocupación por una sociedad justa, y sin exclusiones.

¡Feliz Nacimiento del Señor, en tu vida, en tu comunidad, en nuestra sociedad!

Monseñor Juan Alberto Puiggari
Arzobispo de Paraná
Paraná – Diciembre de 2013

 

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