Es difícil imaginar qué pudiste sentir, es difícil tener la piel que solo lleva el Rey. En secreto yo te seguí por temor a la multitud, cuando entraste a Jerusalén te diste a conocer.
Y allá tu tormento empezó, desconcertado en tiempo y en Dios, tu lamento no llegó a los oídos del pueblo que te cantó una mañana, te celebró con tantas ganas proclamándote sin dudas Salvador.
Que te creyó con esperanza y te abrazó en una Alianza, encontrando en tu mirada la de Dios.
Pronto cruje este corazón de ansiedad, por saber dónde irás después, a comer el pan que yo esperare. Queda oscura Jerusalén, tus milagros y tanta fe, por el pueblo que te elevó y hoy se vuelve traidor.
Por qué no te escapas al dolor recuperando el Reino para vos, desoyendo ese clamor que pide salvación. ¿Dónde quedó mi Rey perfecto, que presintió el fracaso incierto? Casi oculto entre las sombras se quedó.
¿Dónde dejaste tu corona, aquel brillo y esa gloria? Todo el Reino se te hundió en el corazón.