EL HOMBRE EN LA SOCIEDAD DEL DESENCUENTRO

lunes, 22 de octubre de
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EL HOMBRE EN LA SOCIEDAD DEL DESENCUENTRO

 Comenzaré por una corta experiencia personal que me permitirá abrir juego a la reflexión. A finales del año pasado descubrí que una realidad vital no estaba presente o por lo menos la vivía empobrecidamente: el encuentro. La rutina diaria de vivir mal centrado en el trabajo y estudio me fue despojando de posibilidades de encuentro conmigo mismo, con los otros, incluso, me llevó a no cultivar espacio de cara a cara con Dios. ¿Cuáles fueron las causas? Seguramente muchas, variadas. Unas vacaciones en la alta montaña del sur me confirmaron una intuición: Muchas veces podemos vivir en el desencuentro por motivos personales y propios (es decir por motivos de la psicología personal); pero aquello está germinando en una atmósfera social y cultural de no-encuentro: hoy la sociedad es un laberinto de desencuentros. Podría presentar infinidad de razones (concientes e inconcientes) para no vivir el encuentro. Válidas pero no sé si verdaderas. Son como excusas que acusan.

 

Reflexionar sobre esta dimensión inherente a nuestro ser será un ir a lo profundo de nuestra existencia. Cuántas veces somos como bollas que, cuando nos hunden a la profundidad del mar de la vida y nos sueltan para vivirla, pronto nos vamos a la superficie. Y encontramos razones para estar allí bollando: marcar la senda en el mar a no sé quien, delimitar zonas peligrosas, etc.

 

Ser humanos es ser en relación, es ser con y para otros. Ser para el encuentro. Encontrarnos no es accidental sino substancial a nuestra identidad personal. Nacer es encuentro, porque vivir es encontrarse. Sin olvidar ni marginar otras dimensiones pondré el acento en el encuentro desde el punto de vista de la alteridad. Experiencia del otro, de los vínculos y lazos que nos relacionan, del “rostro” (categoría fascinante que Levinás desarrolla). El encuentro es el “entre” que Martin Buber presenta como lo más propio del hombre. Lo presenta en sus dos obras fundamentales: “¿Qué es el hombre?” y “Yo y tú”

 

¿Cuántos espacios de encuentro hay en nuestro mundo globalizado? ¿Cuántos medios de comunicación utilizamos? ¿Con cuántas personas nos relacionamos cotidianamente? Las respuestas nos sitúan en una paradoja: tantos medios de comunicación y qué poco y mal comunicados. Tantos espacios con otros y qué poco nos encontramos. Un mundo globalizado: una ilusión de gran comunidad mundial. Ante esta paradoja no deseo renegar de la sociedad actual, tampoco vivir bajo sus modas. Sin alienarme en análisis simplistas, tomaré como recurso un estilo que muchos grandes pensadores y sabios han preferido. Sentencias provocativas. ¿Qué nos sucede en el encuentro? Cuando nos encontramos:

• Nos reconocemos existentes: salidos de sí para proyectarnos y realizar nuestro ser

• El otro puede ser vivido como amenaza o condena: será signo que nunca nos hemos encontrado en serio.

• Lo distinto y las diferencias son posibilidad de aprendizaje, enriquecimiento mutuo, oportunidad y crecimiento. Las desigualdades son denunciadas y combatidas ya que son signo de des-amor, desencuentro e injusticia.

• Nos comunicamos incluso desde el silencio. Nos encontramos también en la soledad. La comunión es el nombre propio de nuestra vocación.

• El otro es rostro, palabra y epifanía que me afirma y compromete libremente con la vida.

• Nos conocemos (así mismos y entre nosotros) más profundamente y en consecuencia, podremos aceptarnos y donarnos.

• Es necesario recrear y resignificar espacios y tiempos: en los que se siembren, cultiven y fructifiquen nuestros encuentros.

• La lógica de la gratuidad es el camino donde verdaderamente “ganamos” , mientras que la lógica de la competencia nos mercantiliza, cosifica y divide. Y cuando todo es mercancía en mi vida soy un pobre y triste mercenario.

• El encuentro reclama gratuidad pero también ritos saludables y sanadores.

• Cuando en mi cotidianeidad soy capaz de competir hasta por una silla es signo que la cultura de la competitividad se convirtió en mi cultura.

• En el camino del encuentro hay posibilidad de desencuentros porque siempre hay horizontes de reencuentros.

• Dios es Encuentro, se nos reveló como “encuentro”, despertó encuentros, nos llamó a su encuentro para un Gran Encuentro-Banquete.

• Nuestras raíces nos hablan de un CARA A CARA y un CODO A CODO… ¿con quién? Con un Tú que se revela en otros tú.

• En el encuentro no veo, miro; tampoco hablo, me comunico; no oigo, escucho; no domino, recibo y me dono.

• Si vivir en el encuentro me impide seguir buscando es signo que nunca he encontrado.

 

Finalizo con una frase de Buber y con un pequeño relato que tomé prestado: “Cuando siguiendo nuestro camino encontramos a otro hombre que venía hacia nosotros, siguiendo también su camino, sólo conocemos nuestra parte del camino, no la suya, porque la suya sólo la conoceremos en el encuentro”

 

“Se cuenta que alguien llegó al cielo y golpeó a sus puertas, y casi no lo dejaron entrar. Resulta que cuando le preguntaron: ‘¿Quién sos?’, respondió: ‘¡YO!’. Hubo esperanza de que le abrieran cuando, a idéntica pregunta, respondió: “¡TÚ!”. Pero sólo pudo entrar y encontrar bienvenida cuando dijo con toda verdad y fuerza: ‘Soy Nosotros’.” (Bernardo Olivera ocso)

 

Adrián Gauna,

junio de 2004

 

Adrián Gauna