Cómo católico tengo mi mirada puesta en la providencia de Dios más que en mis propias fuerzas. Sin embargo, a lo largo del camino he descubierto que hasta el mismo Dios confía en nosotros, sino no nos hubiera encomendado seguir la tarea de su Hijo. La vida me ha mostrado que la confianza en nuestras propias capacidades es algo muy valioso. Pero… en nuestras capacidades reales y concretas. Es cierto que a nadie le gusta encontrarse con sus límites, pero es allí, al reconocerlos, cuando encontramos el punto desde donde podemos lanzarnos a buscar lo que anhelamos.
Yo, soy el varón más petiso de mi familia. Probablemente no dé esa impresión a simple vista, pero es así. Mis hermanos, tanto el menor, como el mayor, me llevan más de 10 cm. Creo que esa es una de las causas por las que no prosperé en el Basket. Siempre que jugaba quedaba a la sombra de mis hermanos, literalmente hablando.
Ahora que vivo lejos de mis hermanos, nos juntamos los martes a tirar al aro con un grupo de amigos; y cuando falta Big Mike, soy el más alto. Eso me anima a jugar, porque si bien no tengo mucha habilidad, tengo algo que me da una particularidad. Los que no me conocen bien hasta me eligen primero para sus equipos, dejándose guiar ilusamente por las apariencias. Así y todo, a veces nos toca ganar.
Pero de lo que quería habl
ar es de lo importante que es la confianza. Y de cómo eso ayuda a conseguir tus metas. El caso es que, como jugamos sin árbitros, hay un curioso método para definir las faltas dudosas. Si alguien cree que le están reclamando por una falta que no cometió, debe lanzar un tiro desde la línea de triples. Si lo convierte, tiene razón, y si no, queda declarado automáticamente como un mentiroso. El método en sí es bastante infantil, pero a mí me llevó a un descubrimiento.
Yo n
o soy bueno para los triples, no hay nada que ocultar. Mis compañeros
me tienen prohibido intentar, porque saben que lo voy a errar. Pero hace quince días sentí que me estaban cobrando algo injusto y no quise quedarme sin hacer nada. Me desafié a mi mismo y a mis límites. Me paré delante de la línea y tiré con toda la confianza, como si de eso dependiera la justicia. Y entró limpita, sin tocar el aro. Fue mi único triple en toda la noche.
Y el martes pasado sucedió igual. Otra falta dudosa, toda la confianza en un lanzamiento, y allí fue, para sorpresa de todos… adentro. Era como si la seguridad que tenía en estar del lado de la verdad me diera la fuerza de superarme a mí mismo.
¿No te pasa a vos también que hay cosas en las que te sentís limitado por una vieja historia de frustraciones y un serie de circunstancias que te hacen sentir inferior?
¿No sentís que una etiqueta que te prendieron en el pasado te quedó prendida de la espalda y seguís siendo el “más esto” o el “menos lo otro”?
Quizás tu experiencia de vida te hizo así y esa etiqueta puede estar basada en algo concreto, real y auténtico. Pero con seguridad, no es para dejársela puesta toda la vida. Nuestro crecimiento es dinámico. A cada minuto tenemos la oportunidad de cambiar la forma en que decidimos encarar el mundo y cómo nos vemos a nosotros mismos. Y ahí es donde entra en juego la confianza.
Primero que nada hay que mirarse hacia adentro sin prejuicios. Porque uno mismo es el que más se critica. Pero si realmente reconozco lo que tengo, sin categorías, voy encontrarme con lo que puedo ofrecer a los demás. Yo mido más de 1,80, no soy tan petiso, pero recién cuando llegué a un grupo donde pude poner eso en juego para hacer la diferencia fue cuando descubrí que esto era un valor.
Muchas veces no dejamos que brillen nuestros talentos porque no los ponemos en el lugar adecuado. Nos esforzamos por alcanzar metas que están mucho más allá de nosotros o desistimos antes de tiempo por considerarlas inalcanzables. Si te sentís así y creés que tu vida no está dando los frutos que quisieras, es probable que te estés exigiendo de más… o de menos…
¡Buscá un nuevo lugar! ¡Una nueva actividad, un nuevo entorno, una nueva modalidad!, algo que haga renovar tu empeño y que te permita quitar esa etiqueta que dice que ya no podés…
Madurar requiere en muchas ocasiones, de buscar nuevos caminos. De animarse a volver a intentar más allá de los fracasos. Levantarse, pararse en la línea de tres y lanzar con toda la seguridad de que estamos del lado de la verdad. La confianza es la que hace la diferencia. Yo siempre repito una frase que señala lo mismo pero en sentido opuesto: “Si querés que algo salga mal: desconfiá” .
Y que no se malinterprete, porque no estoy queriendo decir que todo dependa de nuestras capacidades. Por el contrario, estoy convencido de que Dios es el que determina el resultado de cada una de nuestras acciones. Pero me consta que Él está esperando que pongas de una vez toda tu confianza en tu próximo lanzamiento para poder mandar a sus ángeles a que soplen y hagan caer la pelota limpita en el aro; y de esta manera creas y puedas ver que tus sueños no están tan lejos de tus posibilidades. Cuando te decidas a hacer tu parte, el Señor hará el resto. ¡Dale a Dios esa oportunidad! “No te he dicho que si crees… verás la Gloria de Dios.” Jn. 11,40