Evangelio según San Marcos 2, 1-12

jueves, 12 de enero de
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Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Él les proponía la palabra.

Llegaron cuatro llevando un paralítico y, como no podían meterlo, por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico.
 
Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico: Hijo, tus pecados quedan perdonados. unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros:¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, fuera de Dios?
Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo ¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decirle al paralítico tus pecados quedan perdonados o decirle levántate, coge la camilla y echa a andar? Pues para que vean que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados -entonces, le dijo al paralítico- contigo hablo: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.


Se levantó inmediatamente,tomó la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo:Nunca hemos visto una cosa igual.
 
 
Palabra de Dios
 
 
 



P. Andrés Peirone Sacerdote Salesiano de Don Bosco
 
 

En este día viernes la Iglesia nos regala en el Evangelio de Marcos este pasaje de sanación de un paralítico. Jesús lo sana, y lo sana de sus pecados y también físicamente.

 

Este paralítico viene a Jesús de un modo extraño, porque no llega por sus propios medios, y en ningún momento le pide la sanación. Más bien, cuatro hombres, cuatro amigos, cuatro de la familia, que de alguna manera se interesaron por él, lo llevaron a Jesús.  Y lo llevaron como sea, porque por la cantidad de gente levantaron el techo donde Jesús estaba y por allí descolgaron al enfermo.

 

Jesús al ver la fe, no del paralítico, si no de esos hombres, lo sanó, perdonó sus pecados y este hombre salió caminando.

 

Hoy también, quizás, vos, yo podamos pensar en el valor de la oración de intercesión. Quizás haya un hermano mío, que vive junto a mí en el trabajo, alguien de mi propia familia, de mi colegio, alguien que conozco, que está pasando por un momento de dolor, de dificultad, de enfermedad, de vida de pecado alejado de Dios, alguna situación fea, triste. Y aunque él, en la vida, no le pide al Señor la gracia del cambio, aunque él quizás todavía no se dé cuenta de eso, o porque no conoce al Señor,  porque nadie le ha ayudado a crecer en la fe. Quizás hoy, a la luz de este texto, podemos pensar que mi oración por él es escuchada por el Señor, el amor que puedo tener por esa persona puede llegar también a obrar el milagro.

 

Pedí por ese familiar tuyo, pedí por ese amigo, por ese compañero; el Señor ve tu fe y obra en él, obra en ella.

 

 

 

Oleada Joven