Evangelio según San Lucas 18,9-14

sábado, 17 de marzo de
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 Y refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta parábola:
"Dos hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba así: 'Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas'. En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: '¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!'.
Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado".

 

Palabra de Dios


 

P. Guillermo Feldman Asesor de la Pastoral Juvenil de la Diócesis de Quilmes 

 

El Evangelio de este día viene iluminado con una pequeña parábola, una pequeña historia de dos, de un publicano y un fariseo, que suben al templo para orar y ponerse así en comunicación con Dios. Son personas con actitudes diferentes frente a la presencia de Dios, uno el fariseo desde su prepotencia y soberbia se reconoce justo colocándose de ésta manera en un nivel superior y por lo tanto rechazando a los demás, el otro el publicano, reconoce sus miserias y pequeñez, en esta actitud se reconoce también necesitado de la ayuda de Dios, dice el Evangelio, que solo aquel que se sintió necesitado delante de Dios volvió a su casa en paz a pesar de sus pecados, porque sabía que Dios en su infinita misericordia lo había escuchado y perdonado.

Es importante quizá tener en cuenta que Dios no niega al fariseo su justificación sino que el mismo cree no precisarla y por lo tanto no la pide.
Pensaba que estas dos actitudes pueden darse cita en nuestras vidas, quizás nos pueda pasar a veces como el fariseo que por creernos justos o mejores que los demás, por la práctica de ciertos ritos y el cumplimiento de ciertas normas ya tenemos ganada nuestra justificación, olvidando de esta manera quizás lo más importante o primordial, que solo podremos vivir la fidelidad del evangelio cuando seamos capaces de entregar nuestro corazón a Dios para que el lo vaya moldeando a su imagen y semejanza. Al ver la actitud del publicano nos enseña la importancia de un Dios que nos ilumina y siempre nos abraza, a pesar de nuestras debilidades y pecados y que junto a Él podemos vivir con veracidad la palabra del evangelio.

Te deseo que en este día el Dios de la vida acompañe tu caminar y que su bendición sea próspera para vos y las personas con las cuales compartís tu vida. Amén

 

 

Oleada Joven