Evangelio según San Lucas 1,39-56

martes, 14 de agosto de
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"En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor". María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre". María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa."

 

Palabra de Dios

 

 


Reflexión: Pbro. Maximiliano Turri

 

“En adelante, todas las generaciones me llamarán feliz.” Dice el Evangelio de hoy en los labios de María.

 

 

Ella exclama desde lo más profundo de su corazón un grito de júbilo, de alegría, que se fundamenta no en ella, no en sus propias fuerzas, no en su capacidad, si no en lo que va a decir inmediatamente: “porque el Todopoderoso ha hecho en mi grandes cosas”. De esta manera ella nos comparte por qué es la mujer plenamente feliz, por qué es la mujer colmada de alegría.

 

 

Ella es la primera consciente de que su vida, su existencia, todo lo que le sucedió, se desprendió de Dios que es su Salvador. Ella es una escuela para los creyentes, mirarla, conocerla, es aprender cómo debemos encarnar en nosotros a su hijo Jesús.

 

 

Lo extraordinario, lo magnífico, lo que hace que desde los comienzos la llamemos Santa María es que supo vivir dependiendo de Dios, ella no entendió su existencia sin hacer referencia a Aquel que la había llamado a semejante misión, encarnar en el tiempo y en la carne a Aquel que está fuera del tiempo y a quien el mismo universo no podría contener.

 

 

Semejante verdad de fe hizo de María la mujer por excelencia, la verdadera creyente y la dócil vasija de barro donde Dios hizo maravillas.

 

Su asunción, haber sido elevada en cuerpo y alma al cielo, no le viene por su capacidad, ni siquiera por un poder extraordinario, sino que en orden a lo que Dios había obrado en ella le preservaba un lugar privilegiado en su presencia.

 

El mismo Dios que la había prevenido del pecado original, lo que llamamos Inmaculada Concepción, es el que la lleva consigo al mismo trono, donde está su Hijo sentado a su derecha.

 

 

Hoy es un día para que al rezar el Avemaría podamos pedirle un corazón como el de ella, corazón traspasado por el dolor, que supo esperar y confiar en Dios, en el mismo Dios que cada uno de nosotros se confía cada día, en el mismo Dios en quien también nosotros esperamos, y al que esperamos contemplar cara a cara.

 

 

La pregunta sería: ¿de que manera te confías cada día al Señor?, ¿de palabra solamente o te lanzas al riesgo de que salga como Él quiera?, ¿tu corazón, siente o anhela la vida eterna junto a Dios?

 

María asunta al cielo nos indica el camino, María deseamos algún día encontrarte junto a tu Hijo, María intercedé por nosotros.

 

Que Dios te bendiga. Que tengas un hermoso día.

 

 

 

 

 

Oleada Joven