Evangelio según San Juan 6,51-58

viernes, 17 de agosto de
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"Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo". Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?". Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente".

 

Palabra de Dios

 

 


 

P. Ariel Weimann Asesor de la Pastoral Juvenil de la Diócesis de Corrientes

 

 

El Señor, en este domingo, nos invita a celebrar el cuerpo y la sangre de Cristo, Corpus Cristi. Y el evangelio habla, justamente, que “Jesús es el pan vivo bajado del cielo, el que coma de este pan vivirá eternamente, el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”. Para los judíos era muy difícil entender estas realidades, ¿cómo Jesús se iba a hacer pan? ¿Cómo a Jesús le íbamos a comer? ¿Acaso seríamos caníbales para comer la carne de Jesús, para comer el cuerpo de Jesús? Era difícil entender en ese momento qué significaba.

 

Nosotros a dos mil años, sabemos qué significa comer el cuerpo de Cristo, sabemos qué significa estar en comunión con el cuerpo y la sangre de Cristo. Ahora, quizá la pregunta que nos tendríamos que hacer es: si bien sabemos que significa, lo hemos visto en estos dos mil años, ¿sabemos la importancia que tiene para nosotros? ¿Le damos la verdadera importancia? ¿Somos conscientes de que estamos recibiendo al mismo Jesús, que estamos adorando al mismo Jesús? No está en una presencia humana, está en una presencia sacramentada. Ahora, ¿lo vivimos de esta manera? Cuando vamos a comulgar, ¿nos acercamos con esa conciencia, con esa dimensión de que estamos recibiendo al mismísimo Jesús? Cada vez que lo adoramos, ¿somos conscientes de que estamos adorando a este Jesús, a este Dios, que es misterioso y fascinante?

 

Quizá, muchas veces la rutina, el hacer las cosas todos los días o muchas veces, hace que no se pierda el significado, pero sí que se pierda la dimensión.

 

Quizás en este tiempo no perdamos el significado de lo que significa el cuerpo y la sangre de Cristo, pero sí la dimensión.

 

Incluso quizá para muchos el comulgar el cuerpo de Cristo haya dejado de ser significativo, de ser importante. Quizás porque comulgamos todos los días o porque comulgamos todos los domingos, dejó de ser importante. Entonces yo creo que esta fiesta del cuerpo y la sangre de Cristo, no es para recordar el significado, porque de hecho ya lo sabemos, sino para dimensionar la posibilidad y el regalo que nosotros tenemos de tener un Dios tan cerca nuestro que hasta lo podemos recibir, que hasta lo podemos consumir, que hasta lo podemos cobijar dentro nuestro.

 

Dimensionar significa darle el lugar y el peso que realmente se merece la Eucaristía, la presencia real de Cristo en nuestras vidas.

 

Sepamos aprovechar todas estas cosas que tenemos, a veces nuestras cruces son pesadas, pero a veces las hacemos más pesadas nosotros porque no sabemos aprovechar lo que tenemos, no sabemos aprovechar todas las cosas que Dios nos regala.

 

Que sepamos aprovechar los regalos de Dios, y qué mejor regalo que Su presencia real, Su cuerpo y Su sangre, para que realmente nos alimente y nos ayude a cargar nuestra cruz y nos haga vivir una vida feliz, en lo que se puede ser feliz acá en la tierra. Ojala así sea.

 

En el nombre de Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

 

 

 

Oleada Joven