Evangelio según San Mateo 25,1-13

jueves, 30 de agosto de
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Por eso, el Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes. Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite, mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos. Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas. Pero a medianoche se oyó un grito: 'Ya viene el esposo, salgan a su encuentro'. Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas. Las necias dijeron a las prudentes: '¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?'. Pero estas les respondieron: 'No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado'. Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta. Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: 'Señor, señor, ábrenos', pero él respondió: 'Les aseguro que no las conozco'. Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora.



Palabra de Dios

 

 


 

Reflexión: P. Guillermo Feldman Asesor de la Pastoral Juvenil de la Diócesis de Quilmes
 

El Evangelio de este día nos invita a reflexionar sobre esta parábola de Jesús conocida como la parábola de las diez vírgenes. Nos cuenta esta historia que cinco de ellas eran necias, y que cinco eran prudentes, y que solo las prudentes pudieron entrar a gozar la presencia del Señor, es decir, el novio, cuando vino a su encuentro.

 

Una pregunta que me surgía al leer el texto es porqué las prudentes no prestaron aceite a las necias de forma tal que pudieran tener sus lámparas encendidas. Creo que hay algo importante que Jesús tiene para decirnos en cuanto a esta actitud. Jesús está hablando de alguna exigencia que no se puede resolver con aceite prestado. Y esta exigencia tiene que ver con la vida de cada uno y la responsabilidad que conlleva actuar de una forma fiel y coherente con las exigencias del Reino que Jesús nos vino a enseñar.

 

La vida es responsabilidad de cada uno, de poder llevarla a su máximo esplendor, por medio de la libertad y todas las capacidades y dones que Jesús nos ha concedido desde el día de nuestro nacimiento, para que de esta manera podamos dar frutos en abundancia.

 

Dice la Palabra de Dios en el Evangelio de Juan, que la gloria de Dios consiste en que demos frutos y que de esta manera nos podamos convertir en auténticos discípulos. Es decir que los frutos que Dios espera de nosotros es de una vida fiel a sus palabras y en donde el amor sea la máxima expresión.

 

Vivir en el amor a Dios, en el amor al prójimo, es mantener nuestras lámparas encendidas para siempre como las jóvenes prudentes de esta historia. Y esta es una tarea personal que nadie podrá realizar por nosotros. Y seguramente cuando Jesús venga a nuestro encuentro podrá decirnos: "Vengan  benditos de mi Padre y reciban el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo".

 

Te invito a que por medio de esta historia que Jesús nos cuenta, pienses que cosas vos hoy como joven deberías que hacer para que la llama que hay en vos siga siempre encendida, y también pienses en aquellas cosas que deberías dejar de lado que hacen que la lámpara que hay en vos vaya dejando, hasta a veces apagarse definitivamente. Y si te encontrás con alguna situación en la que experimentás que solo no podés, llevala a los pies de Jesús, y permaneciendo siempre unido a Él y su Palabra, pedí lo que quieras y Él te lo concederá. Que tengas un día lleno de bendición, amén.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Oleada Joven