Evangelio según San Lucas 14,25-33

lunes, 5 de noviembre de
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Junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo: "Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. ¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: 'Este comenzó a edificar y no pudo terminar'. ¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.

 

Palabra de Dios

 

 


 

Reflexión: Monseñor Damián Bitar | Obispo Auxiliar de la Diócesis de San Justo

 

 

 

Jesús quiso enseñar a sus discípulos la forma en que se deben usar los bienes materiales, y según su costumbre les relató una parábola. En ella aparece un administrador que tiene mala fama. Lo van a despedir de su trabajo y el lo sabe, pero no quiere quedar en la calle. Entonces planea la forma de encontrar personas que lo reciban como huésped y lo mantengan sin tener que trabajar ni pedir. Utilizando los mismos bienes de su patrón, falsifica los recibos, haciendo aparecer como que deben mucho menos de lo que en realidad deberían pagar.

 

Es evidente que este administrador es un delincuente. Le robó a su patrón con la finalidad de obtener un beneficio para sí mismo. Pero de manera contraria a los que todos esperarían, Jesús “alaba” a este administrador, no porque fue injusto sino por haber obrado con tanta “astucia”…y hasta lo pone como ejemplo para sus discípulos. ¿Por qué lo hace? ¿Qué nos quiere enseñar?

 

Jesús quiere hacernos ver como nosotros, los hombres de este mundo somos astutos y rápidos cuando se trata de cosas que nos convienen como los temas de salud, los negocios, los afectos, ¡ y eso que pasan! Pero no actuamos con la misma rapidez en la administración de los bienes y dones que Dios nos da: como la vida, la fe, la familia, los valores, los que solemos descuidar y ante a los cuales también se juega nuestro destino eterno.

 

Los cristianos tenemos en nuestras manos un problema mucho más importante que el que tenía el administrador: debemos revisar constantemente la forma en que administramos las cosas que se refieren a Dios y sabemos que por descuido o negligencia podemos quedar descalificados…lo cual lamentablemente sucede, de allí que Jesús diga que los hijos de este mundo son más astutos en sus negocios que los hijos de la luz. Todo un llamado a poner más oración, empeño, decisión y formación.

 

Las palabras de conclusión se extienden en una segunda enseñanza: se nos habla de usar el dinero injusto para conquistar amigos. Esto es lo que hizo precisamente el administrador infiel.

 

Nosotros administramos bienes que Dios ha puesto en nuestras manos, pocos o muchos. Sería una injusticia considerarnos dueños absolutos de aquello que hemos recibido para administrar. Tenemos que usarlos, pero con inteligencia, haciendo el bien, compartiendo. Aquí la segunda enseñanza. Con el “dinero injusto”, tenemos que conquistar amigos, es decir cambiar de actitud respecto de la riqueza terrena: no considerarla más como algo para poseer de manera absoluta, sino como algo para administrar, algo que también debe transformarse en alegría para aquellos que menos tienen.




“Señor, ilumíname para que no me engañe a mi mismo creyendo que es la acumulación de bienes lo que asegura mi futuro. Lo que tú me pagarás abundantemente es lo que yo haya entregado con generosidad. Por eso, Señor, enséñame a ver que lo que me queda para el futuro son mis obras de amor a mis hermanos”.

 

 

 

 

Oleada Joven