Evangelio según San Lucas 5,17-26

viernes, 7 de diciembre de
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"Un día, mientras Jesús enseñaba, había entre los presentes algunos fariseos y doctores de la Ley, llegados de todas las regiones de Galilea, de Judea y de Jerusalén. La fuerza del Señor le daba poder para curar. Llegaron entonces unas personas transportando a un paralítico sobre una camilla y buscaban el modo de entrar, para llevarlo ante Jesús. Como no sabían por dónde introducirlo a causa de la multitud, subieron a la terraza y, desde el techo, lo bajaron con su camilla en medio de la concurrencia y lo pusieron delante de Jesús. Al ver su fe, Jesús le dijo: "Hombre, tus pecados te son perdonados". Los escribas y los fariseos comenzaron a preguntarse: "¿Quién es este que blasfema? ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?". Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo: "¿Qué es lo que están pensando? ¿Qué es más fácil decir: 'Tus pecados están perdonados', o 'Levántate y camina'?. Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vuelve a tu casa". Inmediatamente se levantó a la vista de todos, tomó su camilla y se fue a su casa alabando a Dios. Todos quedaron llenos de asombro y glorificaban a Dios, diciendo con gran temor: "Hoy hemos visto cosas maravillosas".


Palabra en Dios

 

 



Reflexión: Pbro. Maximiliano Turri



 

El Evangelio de hoy, es uno de esos tantos textos en los que no nos alcanzará la vida para encontrar la profundidad que la escena trasmite. La figura de Jesús predicando y la casa llena, entrar por el techo y las palabras dichas al paralítico, son elementos que nos permitirán contemplar este relato y sentirnos más que identificados.



 

Lo primero que podemos descubrir es el amor. Amor que atrae a todos hacia el centro de la casa y del cual Jesucristo es la máxima expresión. Amor por el paralitico que mueve a estas personas a llevarlo de la manera más extraña; haciendo un agujero por el techo. El amor es fundamento para abrirse camino. El amor genera caminos nuevos; donde otros ven obstáculos, el que ama se abre nuevos senderos. Aunque se equivoque, pero se anima. No se queda en reclamos estériles.

 



Por otro lado aparece lo que podríamos decir “descuelgue”. Ya que lo que hacen estas personas es más que desubicado. Ellos cometen un acto que roza lo insensato. Romper el techo para bajarlo y colocarlo frente a Jesús, es un acto que no puede dejar de ser extraño, al menos. Pero ese “descuelgue” permitió que abandone su parálisis. El gesto de saberse desubicados hizo que el resultado sea el buscado, aunque hayan roto los parámetros normales.



Entonces nosotros si tenemos que preguntarnos: ¿Cuántos gestos de amor dejamos de hacer para que no quedemos como desubicados? ¿Cuántas parálisis heredamos porque “no queda bien hacerlo”?

¿Cuántos gestos, son primero medidos para ver todas las consecuencias, en vez de hacerlo por la pura gratuidad del amor?

 

Por último el diálogo entre Jesús y el paralitico. El enfermo se había dejado llevar, había aprendido que la enfermedad es una escuela. Que nos hace crecer en la humildad, ya que dependemos de otros que hagan las actividades más simples y esenciales como es caminar, llevarnos de un lado al otro.

 





La escena del Evangelio de hoy es una verdadera escuela. Escuela donde los gestos y las palabras se entrelazan y nos permiten acercarnos al misterio del amor, que en Jesucristo revela todo su esplendor con esas palabras liberadoras: “Hombre, tus pecados te son perdonados”

 

Que tengas un hermoso día, que Dios te bendiga y que tengas una santa preparación para la Navidad.

 

 

 

Oleada Joven