Señor, qué extraño me resulta este mensaje tuyo:
”Cuando ayunes, perfúmate, para que nadie lo note;
y el Padre, que todo lo ve, te recompensará”.
Creo que no es la tristeza, ni las caras largas lo que a Vos te gusta.
Vos sos Dios de corazones, estás acostumbrado a leer en secreto.
Vos no querés mi apariencia sino que te gusta mi conversión verdadera.
Mi corazón quiere repetir sin tardar:
”Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.”
En éste tiempo llegas a mí pidiéndome renuncia y conversión…
Señor, es bastante fácil sentir tu llamada en los hechos de nuestro tiempo.
Y me es fácil también contentarme simplemente
dando respuestas emotivas, compasivas y de desagrado.
Lo que me resulta difícil es renunciar a mis comodidades, romper mis estructuras,
dejarme arrastrar por tu gracia, cambiar de vida, ponerte en el primer lugar…
Ven Señor, conviérteme! Amén!