Amado Padre,
para entrar en tu reino
no es suficiente venir a tu presencia,
como yo lo hago en éste día,
pronunciando tu nombre
y prometiéndote mi amor.
Las palabras no son suficientes.
Debo hacer tu voluntad,
cumplir tu mandamiento nuevo:
de amarnos unos a otros como tú nos has amado.
No dejes que tu amor quede escondido
en el fondo de mi corazón,
porque nadie enciende una lámpara,
para meterla en un lugar escondido,
sino sobre el candelero,
para que todos los que entren vean la luz.
Mi amor por ti no será completo
hasta que alumbre y alegre
no sólo a aquellos que me son más queridos,
sino también a todos mis hermanos y hermanas,
sin exceptuar a nadie.
Ven, mi Amado Padre,
tu, que has bendecido todos mis días,
ven a bendecirme otra vez.
Amén!