Señor, ayudame a creer y sentir que ser vulnerable no es ser débil.
Al contrario, ya que sólo una persona firme y madura
puede permitirse conocer su propia vulnerabilidad,
aceptarla y dejar que se sepa.
Enseñame a no ocultar mi debilidad,
a no evitar los ataques ni defenderme para poder huir.
No quiero cargar con armaduras pesadas para esconder un carácter débil.
Me he dado cuenta de que al confesar mi vulnerabilidad
me abre a relaciones amistosas con otras personas,
ya que ellas son tan vulnerables como yo.
Señor, dame conciencia de que en la debilidad se esconde la fuerza,
y éste es el principio de salvación en todos los órdenes.
Enseñame a confesar sentimientos, a admitir que no soy indiferente a la alabanza o al desprecio,
a la comodidad o a la molestia, al éxito o al fracaso;
que quiere decir revelar el mal humor así como el bueno,
saberme y declararme afectado de la envidia y el enfado,
el desánimo y la ansiedad.
Que sepa ser vulnerable para saber expresar que no siempre me siento feliz,
que no siempre estoy de buen humor, que no siempre me domino,
que no siempre estoy seguro de lo que hago y porqué lo hago.
Señor, dame la gracia de ser vulnerable, es decir, ser humano.
Padre Carlos G. Vallés, s.j