Envíame sin temor, que estoy dispuesto, Señor. No me dejes tiempo para inventar excusas, ni permitas que intente negociar contigo.
Envíame, que estoy dispuesto. Pon en mi camino gentes, tierras, historias, vidas heridas y sedientas de ti.
No admitas un no por respuesta.
Envíame a los míos y a los otros, a los cercanos y a los extraños; a los que te conocen y a los que sólo te sueñan
y pon en mis manos tu tacto que cura; en mis labios tu Palabra que seduce; en mis acciones tu Presencia que salva; en mi fe la certeza de tu Evangelio. Envíame, con tantos otros que, cada día,
convierten el mundo en milagro.
Amén.