Señor, quiero ser como el barro en tus manos, maleable, moldeable, dócil. Yo confío en tus manos para hacer la mejor vasija, la vasija perfecta.
Sé que me tenés paciencia, que trabajás cada día en mí, armando tu mejor obra. Pero sobretodo, se de tu amor infinito de la ternura con que me formás aunque tantas veces me duela.
Cuando algo falle en mi vida, Señor, cuando esté tomando una forma que no es la que pensaste, rompeme y haceme de nuevo hasta ser, Dios mío, según el modelo de tu corazón.
Que en mis gestos y acciones,
se respire algo del perfume de tus manos.
Amén