Señor, a pesar de mi pequeñez,
me has elegido para ser tu catequista,
haz que mis palabras y mis ejemplos iluminen el camino hacia ti.
Tú conoces que soy inconstante, gracias por confiar en mí, pequeño servidor tuyo.
Señor, que yo no confunda a los que creen en ti.
Aquí estoy para servirte y colocar a tus pies la labor de educar
en la fe a todas las personas que has confiado a mi cuidado.
Señor has que mi testimonio de vida eduque más que las mil palabras que pueda decir de lo que puedo hacer por ti.
Enséñame a estar disponible, para lo nuevo, porque tú estás en el mundo, con tu espíritu para renovarlo todo. Ayúdame a ser creativo para hacer de tu evangelio un mensaje siempre nuevo. Que no haga de tu palabra una letra muerta, sino la luz que ilumina las nuevas etapas del camino.
Que mi oración no sea una fórmula sin vida, sino el diálogo vivo y comprometido de toda mi vida. Señor, por sobre todas las cosas, enséñame a amarte para poder amar a los que están en mis manos. Pon tus palabras en mis labios y que sea signo de comunión entre mis hermanos. Amén.