Dios revela su nombre porque quiere que se le pueda invocar.
Dios no quiere mantenerse en el anonimato. No quiere ser adorado como un ser meramente sentido o intuido. Dios quiere ser conocido y ser invocado como el verdadero y el que actúa. En la zarza ardiente, Dios da a conocer su nombre a Moisés: JHWH (Éx 3,14). Dios se hace invocable para su pueblo, pero continúa siendo el Dios escondido, el misterio presente. Por respeto a Dios el pueblo de Israel no pronunciaba (ni pronuncia) el nombre de Dios y lo sustituye por el apelativo Adonai (Señor). Justamente esta palabra es la que usa el NUEVO TESTAMENTO, cuando glorifica a Jesús como verdadero Dios: "Jesús es Señor" (Rom 10,9).
Material extraído del YouCat, Catecismo Joven de la Iglesia Católica.
Ediciones Encuentro, Madrid 2011
Parte I: Lo que creemos
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