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Tocar el misterio
domingo, 1 de enero de
La mano hacedora de Dios “hace bien” desde el principio, todas las cosas. Su Palabra dice: “hágase” y todo se va haciendo. “Y vio Dios que era bueno” y así lo “ben-dijo”. “Dijo bien” su amor. Dijo bien lo que su amor quiere hacer por el hombre.
De ese modo, a la sombra de su mano, las cosas se dan a luz. Por eso, en su presencia, nunca estamos a oscuras.
Tocar la sombra de su mano es tocar lo que nos alivia. Pues alivia saber que lo que estamos haciendo o viviendo, es Proyecto suyo y no capricho nuestro.
Su mano es la prolongación de su corazón. Es la extremidad donde su amor llega al extremo. Lo que está puesto en su mano, lleva todo su corazón, todo su amor. Tocar la sombra de su mano es tocar el extremo de su amor. Jesús en la Cena sabe que “el Padre ha puesto todo su amor en sus manos”, por eso, lo pone en las manos de los hombres, poniéndose él. “Y a los que había amado, los amó hasta el extremo”. Recién cuando ese extremo esté cumplido, volverá a ponerse, otra vez, en las manos del Padre.
Lo que queremos dar, lo damos con la mano; sean cosas o nosotros mismos. Cuando queremos ofrecer nuestra amistad, tendemos la mano. Así también, Dios nos tendió la suya. Jesús es la mano que el Padre nos brinda, la mano con que el Padre nos acerca. Por eso, si queremos ser puestos en su corazón, basta que nos pongamos en sus manos.
Al “hágase” que el Amor del Padre pronuncia extendiendo la sombra de su mano, fue el “hágase” del Amor del Hijo el que le dio respuesta, extendiendo la suya, y sosteniendo el “hágase” del amor de su Madre, para que también ella se deje cubrir por su sombra.
Esa mano tendida de Dios que nos cubre con su sombra y quiere dar a luz su Proyecto, espera el calor de nuestra mano para poder estrecharla.
Fuente: jabieralbisusj.wordpress.com "Diálogos del hijo pródigo"
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