Jesús, joven enamorado

martes, 10 de enero de

Por eso la historia de aquella adolescencia debió de ser antes que nada una historia de amor. Sintió, como todos los muchachos de todos los siglos, que su alma se abría necesitando amar y ser amado. No conoció los turbios sueños de nuestras adolescencias. Su amor era demasiado ardiente y demasiado puro como para detenerse en la carne. Pero era amor, amor verdadero.

Cuando César Vallejo pinta a Dios como un enamorado, está pintando el despertar de este muchacho de Nazaret, al que, efectivamente, debió de dolerle mucho el corazón. Era el hermano universal de un mundo que se perdía en la mediocridad y en el mal, y su corazón tenía prisa de empezar a sangrar. Sostener treinta años este león hambriento, fue ya una gran azaña. Pero tenía que enseñar a los hombres que amar es esta pequeña cosa que se hace cada día y no sólo en la muerte.

Sí, así fue. Los treinta años oscuros no estuvieron vacíos. Porque la vida de Jesús de Nazaret no fue una historia de milagros. Fue —y sigue siendo— una historia de amor.

 

Fragmento de la obra de José Luis Martín Descalzo,

Vida y misterio de Jesús de Nazareth 1º parte “Los comienzos”, páginas 210,211