Amistad con Jesús

lunes, 6 de febrero de
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Cuando Jesús está presente, todo es bueno y nada parece difícil; más cuando está ausente, todo es duro. Cuando Jesús no habla dentro, vil es la consolación; más si Jesús habla una sola palabra, gran consolación se siente. ¿No se levantó María Magdalena luego del lugar donde lloró, cuando le dijo Marta: "El Maestro está aquí y te llama"? (Jn 11, 28).

 

 

¡Oh, bienaventurada hora, cuando Jesús llama de las lágrimas al gozo del Espíritu! ¡Cuán seco y duro eres sin Jesús! ¡Qué necio y vano si codicias algo fuera de Jesús! Dime: ¿no es peor daño que si perdieses todo el mundo?

 

¿Qué te puede dar el mundo sin Jesús? Vivir sin Jesús es un duro infierno; estar con Jesús es dulce paraíso. Si Jesús está contigo, ningún enemigo podrá dañarte. El que halla a Jesús, halla un buen tesoro, el más valioso. Y el que pierde a Jesús, pierde mucho y más que todo el mundo. Es muy pobre el que vive sin Jesús, y riquísimo el que está bien con Él.

 

Es un gran arte saber conversar con Jesús, y gran prudencia saber tenerlo cerca. Sé humilde y pacífico, y Jesús estará contigo; sé piadoso y tranquilo, y Él permanecerá contigo. Fácil puedes echarlo a perder su gracia, si te apegas a las cosas exteriores. Y si destierras de ti a Jesús y lo pierdes, ¿adónde irás y a quién buscarás por amigo? Sin amigo no puedes vivir contento y si no fuera Jesús tu íntimo amigo, estarás muy triste y desconsolado.

 

 

Pues está loco si en otro confías y te alegras. Es preferible tener en contra a todo el mundo a tener ofendido a Jesús. Sobre todos tus amigos, pues, sea Jesús amado especialmente.

 

Ama a todos por amor a Jesús, pero a Jesús por sí mismo: sólo a Jesucristo se debe amar con exclusividad, porque Él solo es bueno y fiel, más que todos los amigos. Por Él y en Él debe amar a amigos y enemigos, y rogarle por todos para que lo conozcan y lo amen. Nunca codicies ser alabado ni amado singularmente, porque eso sólo pertenece a Dios, que no tiene igual; ni quieras que alguien ocupe contigo su corazón, ni tú ocupes el tuyo con el amor de nadie; que sólo Jesús esté en ti y en todo hombre bueno.

 

Sé puro y libre interiormente, sin apego a ninguna criatura. Es necesario llevar a Dios un corazón despojado y puro, si quieres descansar y ver "qué suave es el Señor" (Sal 33,9).

 

 

Y verdaderamente no llegarás a esto si su gracia no te previene y atrae, de modo que libre y desprendido de todo vivas unido sólo a Él. Pues cuando viene la gracia de Dios al hombre, entonces se hace poderoso para todo: y cuando se va, será pobre y enfermo, y como abandonado a los castigos. Si esto sucede no debes desalentarte ni desesperar, sino aceptar la voluntad de Dios y sufrir con igual ánimo todo lo que venga para gloria de Jesucristo. Porque después del invierno viene el verano, y después de la noche vuelve el día, y después de la tempestad el buen tiempo.

 

 

Fuente: "La Imitación de Cristo", Tomás de Kempis.

 

Oleada Joven