Cómo vivir la paciencia

miércoles, 8 de febrero de
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El Cielo no se gana con sufrimiento, sino con paciencia.
Ni los santos, ni los mártires se santificaron con lo que sufrieron, sino a través de la paciencia con que soportaron sus penas.
Es decir, que lo que santifica no es tanto lo que se sufre, cuanto el espíritu con que se sufre.
Todos sufrimos… y sin embargo no todos somos santos. Es que todos sufrimos, pero no todos sabemos sufrir.
Cristo padeció lo indecible, pero lo hizo con un amor infinito; si no hubiera frustrado toda su obra de redención. De manera que el sello irrefutable de su amor en el sacrificio fue precisamente, su paciencia.
Cristo tuvo paciencia para nacer en un miserable establo; paciencia al tener que huir de Herodes; paciencia en la pobreza de su vida entera; paciencia al ser calumniado; paciencia en el instante de la traición; paciencia al ser vendido miserablemente; paciencia ante su juez y acusadores; paciencia en la flagelación y vía crucis; paciencia al ser crucificado y despreciado; porque la paciencia es la señal exterior de que se sufre por verdadero amor.
 
 
 
 
Más vale una hora de paciencia que un día de sufrimiento. El verdadero amor no se manifiesta con besos, cariños, halagos, ni siquiera con pequeñas o grandes atenciones personales. Todo esto puede llegar a ser convencionalismo, buena educación.
El amor se conoce si es sincero, teniendo paciencia.
Has de tener paciencia de ti mismo; no siempre esto resulta fácil.
Has de tener paciencia de los demás, y tampoco esto puede hacerse con facilidad.
Has de tener paciencia de los fenómenos naturales: frío, calor, vientos, lluvias, etc… todo eso forma tu vida, la existencializa; y, en consecuencia, es así como Dios quiere que vivas.
Has de tener paciencia con tus propias limitaciones; trata de superarlas, pero cuando ya te convenzas de que excede algo tu capacidad, quédate tranquilo y ten paciencia.
 
 
Deja que Dios haga lo que tú no pudiste hacer; pero no dejes hacer a Dios l oque hubieras podido hacer.
No pretendas hacer lo que los demás pueden y les corresponde hacer; pero haz tú lo que a ti te corresponde y lo que los demás no alcanzan a hacer.
 
 
 
Fuente: "Meditando la Vida", Alfonso Milagro, Editorial Claretiana

 

Oleada Joven