Mantener viva la alegría

viernes, 9 de marzo de

 

Muchas veces no podemos estar alegres y no sabemos disfrutar de la vida de cada día porque tenemos muchos miedos: el temor a la enfermedad, el desgaste, al futuro, a la soledad, al fracaso, a perder lo que tenemos. Con esos temores es imposible vivir alegres. Por eso, para recuperar la alegría perdida, hay que hacer un camino que nos sane de todos esos miedos inútiles. 




La realidad es que en este mundo todo, todo, se termina. Por eso es necesario pedirle al Señor el desprendimiento, la capacidad de disfrutar de las cosas aceptando que se acaben. Esa libertad interior es la fuente de una preciosa alegría, pero los apegos son el origen de las más profundas tristezas: el apego a personas, a cosas, a proyectos, a seguridades que nos hemos inventado.


 
 
 
Pero si ponemos la mirada en el Señor, y confiamos de verdad en su poder y en su amor, no tenemos nada que temer. Es mejor contarle a Él lo que nos preocupa y dejarlo en sus manos para que termine como sea mejor para nosotros. Así, todo lo que nos suceda será para nuestro bien, podremos enfrentar cualquier dificultad,  y de todo lo que nos suceda brotarán bendiciones y nuevas esperanzas. Esa confianza mantiene viva nuestra alegría.
 
 
 
 
Fuente: "Un estímulo todos los días", Víctor Manuel Fernández

 

Oleada Joven