La revolución del Amor

domingo, 24 de junio de
image_pdfimage_print

 

En este mundo tan atormentado por revoluciones, originadas por el odio y por la lucha, hace falta la revolución del amor; es necesario que esta revolución se muestre más fuerte. Esto es también el radicalismo del amor.

Cuando se vive el amor, cuando se realiza el amor, cuando se hace vencer el amor en cada una de las circunstancias, entonces se hace ver a Dios. Esto no es sólo un programa abstracto, es un programa existencial. Es bueno que den mucha importancia al testimonio, porque cada uno de estos testimonios lleva consigo la confirmación de este programa. Es bueno que el programa esté escrito más en los testimonios, en las experiencias vividas, que en el papel o en las teorías.

Tienen la grave responsabilidad de romper la cadena del odio que produce odio, y de la violencia que engendra violencia. Habrán de crear un mundo mejor que el de sus antepasados. Si no lo hacen, la sangre seguirá corriendo; y mañana, las lágrimas darán testimonio del dolor de sus hijos. Los invito como hermano y amigo, a luchar con toda la energía de su juventud contra el odio y la violencia, hasta que se restablezca el amor y la paz en sus naciones.
 
Ustedes están llamados a enseñar a los demás la lección del amor, del amor cristiano, que es al mismo tiempo humano y divino. Están llamados a sustituir el odio con la civilización del amor.
 
 
 

El hombre se afirma a sí mismo de manera más completa dándose. Ésta es la plena realización del mandamiento del amor. Ésta es también la plena verdad del hombre, una verdad que Cristo nos ha enseñado con Su vida.

Para quien ha conocido y cree en el amor de Dios, lo único esencial es amar, tanto viviendo como muriendo. Y el sentido auténtico y pleno del vivir es dar la vida.

Ser hombres nuevos interiormente es el presupuesto indispensable para construir una relación nueva con los otros. He aquí el otro aspecto de la novedad cristiana: en un mundo que. cuando no cede a la tentación de la violencia, asume frecuentemente como norma de conducta social una especie de razonado egoísmo, ¿no constituye acaso una propuesta de novedad revolucionaria la de construir las relaciones humanas sobre un sentimiento desinteresado como el del amor? Con todo, es precisamente esto lo que Jesús ha pedido a quienes creen en Él. ¿No dijo en la última Cena: «Un precepto nuevo les doy: que se amen los unos a los otros»?.
 
Beato Juan Pablo II
 

 

 

Oleada Joven