Dios quiere nuestra amistad

martes, 31 de julio de
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No hay que sorprenderse de que frecuentemente prefiramos un sinfín de diversiones y el clamor de la multitud; porque las preguntas que surgen cuando las diversiones se desvanecen, son verdaderamente abrumadoras. ¿Cómo es que existe algo? ¿Por qué nos mantiene Dios? y ¿Cuánto durará?
En este libro yo me enfrentaré con otra pregunta igualmente abrumadora: ¿qué pretende Dios al crearnos? Mi respuesta es que lo que Dios quiere es nuestra amistad. Para anticipar objeciones inmediatas, déjame asegurarte que no pretendo decir que Dios se sienta solo y que por eso necesita nuestra amistad. Esto sería una idea romántica y heterodoxa que, en última instancia, hace a Dios increíble. No. Yo mantengo que Dios, no porque tenga necesidad de nosotros, sino por la abundancia de una vida divina de relación, desea que los humanos existan únicamente por amistad,

Esta tesis podría sonar extraña, porque va en contra de mucho de lo que se enseña sobre Dios. Con sinceridad tengo que admitir que yo mismo dudé cuando comencé a pensar en ella seriamente. Te advierto que he estado escribiendo durante muchos años sobre la oración como relación personal con Dios, he mantenido que Dios quiere tener esa relación personal con nosotros, y he acudido a la analogía de un lazo entre dos personas para describir el desarrollo de nuestra relación con Dios. Pero la idea de que Dios quiera nuestra amistad no se sigue necesariamente de todo eso. Siempre que esa idea asomaba la cabeza, la descartaba como una fantasía que no podía tomarse en serio. Después de todo, también yo he sido educado con la respuesta clásica del catecismo: «Dios nos ha creado para conocerlo, amarlo y servirlo en este mundo, y ser feliz con Él en el siguiente». Hasta donde puedo recordar, nadie interpretaba esta definición en el sentido de que Dios quisiera nuestra amistad.
 
 
En el curso de estos últimos años, sin embargo, a medida que mi relación con Dios ganaba en profundidad y, al mismo tiempo, oía lo que otros me comunicaban de cómo se relacionaba Dios con ellos, me he convencido de que la mejor analogía para manifestar el tipo de relación que Dios quiere tener con nosotros es la amistad. Comencé a usar este lenguaje en conferencias y artículos, y encontré que tenía eco en otros. Espero que también tú encuentres esta resonancia y llegues a fiarte de ella completamente.
No puedo pensar en nada que me pudiera proporcionar tanta satisfacción como saber que tú y muchos otros habéis llegado a encontrar un Dios que es «mejor de lo que dicen de él» como mi madre, irlandesa, me dijo una vez. Creo que también Dios estaría contento.
 
 
 
Autor:  William A. Barry, SJ, “Una amistad como ninguna otra: La experiencia del abrazo de Dios”
Fuente: http://cvxargentina.blogspot.com.ar
 

 

Oleada Joven