Se hicieron uno con Él

martes, 31 de julio de
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Es parecido al papá dicen del recién nacido. Después el niño crece y se identifica con un modelo, un héroe; idealiza un deportista, un hombre público, un profesional y decide imitarlo. Una cualidad, un don humano esencial es que “somos y nos hacemos”; nos modelamos y nos dejamos modelar bien o mal, por las fuerzas naturales internas y por los paradigmas de las culturas. Y se forman grupos de pertenencia; se generan culturas; modos de ser, de vivir y morir.
 
A este punto de la vida vos ¿de quién sigues las huellas?
 
 
 
El cristiano tiene ante los ojos a Jesús de Nazaret; se abisma en su misterio, no ve a nadie más fuerte ni poderoso en amor y fidelidad, capaz de luchar contra el mal y la muerte y vencerlos con su propio cuerpo, sangre, alma, divinidad.
Muchas conceptos expresan este abismarse en Cristo para crecer con Él, por Él, en Él, para alcanzar la estatura del crucificado resucitado, su gozo en el Amor: imitación de Cristo, configuración, conformación, transparencia… “Ya no soy yo sino Cristo que vive en mí” confiesa Pablo de Tarso, subyugado por la fuerza de su perdón y de su amor victorioso.
 
En cualquier caso sucede lo que vemos con tantos jóvenes: la identificación con Cristo mueve a unirse en grupo; a salir del egoísmo para abrirse al otro; para generar puentes, vínculos, comunidad, comunión; para construir juntos en el perdón y el amor mutuo una familia de hermanos, especialmente con los más frágiles y pobres.
 
 
 
Fuente: news.va  Autor: Guillermo Ortíz, jesuita

 

 

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