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Reflexiones
Puedo llevar al Señor a todas partes
jueves, 23 de agosto de
Desde siempre el Espíritu Santo llevó a los enamorados al desierto. A nosotros, misioneros sin barco, el Espíritu nos lleva a otros desiertos… En unos instantes más se abren las puertas de acceso y subiremos a un tren del metro. Veremos rostros, frentes, bocas, … . O cuando en la noche, con lluvia o con luna encontramos personas en la vereda, gente que habla de maletas, de comida, de dinero, del trabajo, de miedos, de peleas, pero nunca, casi nunca de lo que nosotros entendemos por amor.
En medio de la masa, corazón con corazón, apretados entre tantos cuerpos en el tren del metro, todos desconocidos, nuestro corazón late como un pajarito apretado en un puño. El Espíritu Santo, todo el Espíritu Santo, en nuestro pobre corazón. El amor, tan grande y tan ancho como Dios mismo, pulsa en mi corazón como un mar que quiere liberarse, que quiere expandirse, entrar en todas estas gentes …
Puedo andar por todas las calles, puedo viajar en todos los trenes de metro, puedo subir todas las escaleras, puedo llevar al Señor a todas partes.
Señor que la capa que cubre mi corazón no sea un obstáculo para que pase tu amor. ¡Pasa! ¡Traspasa! Mis ojos, mis manos, mi boca son tuyos.
Esta mujer tan triste frente a mi; aquí está mi boca para que tu le sonrías. Este niño tan pálido; aquí están mis ojos para que tú lo mires con cariño. Este obrero tan, pero tan cansado; aquí está mi cuerpo y mi voz para que tu le des mi asiento y le digas: "siéntate". Este muchacho tonto, tan engreído y aparentemente tan duro; aquí está mi corazón para que tú lo ames, más fuerte que jamás ha sido amado.
Fuente: Apostolado de la Oración- apostor.org.ar Autor: Madeleine Delbrel
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