Comprometerse con una Persona

miércoles, 7 de noviembre de
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… se desprende que la Fe no es principalmente adhesión intelectual a las verdades, doctrinas o dogmas, sino más bien, adhesión vital y comprometida a una Persona. Se trata de asumir a una Persona, Cristo Jesús. Al asumirla, se asume también toda Su Palabra, con criterios de vida y juicios de valor, Palabra que condiciona y transforma la vida del creyente. Como sostiene Kasper: creer significa decir amén a Dios, dejar a Dios ser totalmente Dios, reconocerlo como único sentido de vida y razón de existir. En suma, la Fe es vivir en la receptividad y en la obediencia. 

El acto de Fe es un acto de voluntad por tratarse de una adhesión voluntaria. En las cosas evidentes, la voluntad no interviene. Por ejemplo: la luz de este mediodía es evidente que es luz, y se acabó la discusión. Pero allí donde una verdad o realidad no puede ser comprobada analítica o empíricamente y donde, por otra parte, se ponen en juego los intereses de la vida, para entregarse a esa Verdad o realidad que tanto compromete, se necesita mucho coraje y mucha voluntad.

El creyente que se entrega salta por encima de procesos mentales, alcanza a Dios, y, así, Dios se transforma en certeza. La seguridad que no nos pudo dar el raciocinio nos la proporcionará aquella entrega obsequiosa. En la Fe, no hay claridad, sí hay seguridad, que deriva no de la evidencia de las verdades, sino de la misma entrega. 
Sin creer, nada se entiende. Sin entregarse, nada se cree.

 
 
Para el que se entrega, no existen conflictos intelectuales de Fe. De la vida nace la seguridad. El que está vivamente adherido a Jesucristo no tiene problemas intelectuales de Fe. Los conflictos intelectuales comienzan cuando se debilita la adhesión vital a Jesucristo. el creyente es seducido por la voz de Aquél que lo llamó desde la profunda y brillante oscuridad nocturna. El creyente saltó de sí mismo pisando tierra desconocida y sin ver nada. Abrió los brazos y se entregó al Señor, lo confesó, lo afirmó. Sin verlo, lo sintió. Sin sentirlo, lo aclamó. Le entregó las llaves del castillo, y se unieron en una alianza eterna. En este momento, se disipan las inseguridades. El Cielo, la tierra, el mar, todo se cubre de certeza, una certeza con la de un atardecer. El creyente, de esa manera, queda confirmado para  siempre en la Fe.
 
 
Fuente: Texto completo "Dios adentro", Ignacio Larrañaga, San Pablo
 
 

 

 

Oleada Joven