Hay una voz, la voz que habla desde arriba y en nuestro interior, y que dice como en un murmullo, o de forma arrebatada: “Tú eres mi amado, en tí me complazco”. No es fácil escucharla en un mundo lleno de voces que gritan: “No eres atractivo. Todo lo contrario, eres un ser repulsivo; no vales para nada; eres un ser despreciable, una nada mientras no seas capaz de demostrar lo contrario”.
Estas voces negativas son tan fuertes y constantes que es fácil darles crédito. Es la trampa de la autoinfravaloración. Al cabo de muchos años, he podido constatar que la trampa más peligrosa en nuestra vida no es el éxito, la popularidad o el poder, sino el autodesprecio. Es cierto que el éxito, la popularidad y el poder puede convertirse en fuente de grandes tentaciones. Pero sus cualidades seductoras proceden mayormente de una tentación más importante, que es la del autodesprecio.
Cuando hemos llegado a creer en las voces que nos dicen que somos despreciables, indignos de ser amados a continuación, el éxito, la popularidad y el poder son percibidos fácilmente como soluciones atractivas. La verdadera trampa es la del autodesprecio. Me sorprendo constantemente al comprobar con qué facilidad caigo en esa tentación. En cuanto alguien me acusa o me critica, en cuanto soy rechazado, me sorprendo a mí mismo pensando: «Está claro. Esto prueba una vez más que soy un don nadie”.
El autodesprecio es el enemigo mayor de la vida espiritual porque está en contradicción con la voz sagrada que nos llama “el amado”. Ser amado expresa la verdad más profunda de nuestra esencia.
Escuchando la voz con la mayor atención interior, oigo en lo más lo más íntimo de mí mismo palabras que me dicen: ”Desde el principio te he llamado por tu nombre. Eres mío y yo soy tuyo. Eres mi amado y en ti me complazco. Te he formado en las entrañas de la tierra y entretejido en el vientre de tu madre. Te he llevado en las palmas de mis manos, y amparado en a sombra de mi abrazo. Te he mirado con infinita ternura y cuidado más íntimamente que una madre lo hace con su hijo. He contado todos los cabellos de tu cabeza, y te he guiado en todos tus pasos. Adonde quiera que vayas, yo estoy contigo, y vigilo siempre tu descanso. Te daré un alimento que sacie totalmente tu hambre, y una bebida que apague tu sed. Nunca te ocultaré mi rostro. Me conoces como propiedad tuya, y te conozco como propiedad mía. Me perteneces. Yo soy tu padre, tu madre, tu hermano, tu hermana, tu amante y tu esposo. Hasta tu hijo. Seré todo lo que seas tú. Nada nos separará. Somos uno.”
Siempre que oigas con gran atención la voz que te llama «el amado», descubrirás dentro de ti el deseo de escucharla intensamente y para siempre. Es como hallar un pozo en el desierto. En cuanto descubras humedad en la tierra, seguirás cavando más profundamente.
Extracto del libro “Tú eres mi amado”, de Henry Nouwen