La alegría de la familia janeriana

viernes, 17 de junio de
image_pdfimage_print

 

LA ALEGRÍA DE LA FAMILIA JANERIANA

Con la firma del Papa Benedicto XVI, la Iglesia reconoció el milagro de la Venerable Sierva de Dios Ana María Janer, que el próximo 8 de octubre será beatificada. Nosotros, como familia reunida por su infinita caridad, celebramos que su carisma sea presentado al mundo como un camino de santidad. La caridad hecha servicio no tiene fronteras, es de todos y para todos.

La  obra de Ana María ha trascendido a esta gran familia, es un camino para que toda la humanidad descubra a Cristo en el pobre, en el desvalido, en el más humilde, como lo hizo nuestra Madre.

Ana María Janer nació en Cervera, España, el 18 de diciembre de 1800. A los 19 años, consagró su vida a Dios, en la persona de los enfermos desvalidos.

Cada janeriano en todo el mundo celebra que, en tiempos en que la Iglesia se renueva con el nacimiento de Jesús, el carisma se expanda y sea cimiento firme donde todo el pueblo de Dios pueda apoyarse y crecer…

AYER…

Desde muy joven, Ana María se jugó por Cristo y supo descubrirlo como la única riqueza necesaria para vivir. Aprendió a amar la santa pobreza y la castidad, gozó servirlo en los pequeños gestos cotidianos. Estuvo atenta a las necesidades de los más débiles, en ellos encontró la fuerza para luchar y no decaer ante las dificultades. Vivió en sincera comunión con Dios y los hermanos. Mientras escuchaba atentamente las exigencias de la vocación apostólica que inundaba su alma, compartía su camino con otras mujeres que, con valentía y compromiso, sentían que Jesús era el ideal supremo de sus vidas. Las aconsejaba, las escuchaba, y día a día, con sincera humildad, crecía en gracia con Dios. Amó el sufrimiento para lograr que la Iglesia crezca, conquistó a los niños, el futuro, para que fueran capaces de hacer carne y transmitir el mensaje de Cristo. Acompañó a los ancianos y enfermos, poniéndolos cara a cara con el amor de Dios, enseñándoles que el final de la existencia física los conduce a la inmortalidad de espíritu, porque así lo creía fervientemente. Se mantuvo fiel, nunca permitió que la luz de la fe dejara de brillar ni en ella ni en sus hermanas. Decidió sellar su obra, llevando la caridad al servicio para que muchos se acerquen a Dios. Su muerte confirma su inquebrantable fe y su entrega abnegada.

Desde el cielo, quiso que sus hermanas le dieran un sentido dinámico a la Evangelización, poniéndolas frente a sus miedos, a la soledad, a la tristeza de dejarlo todo y llevarlo todo: porque llevaban a Cristo. Así, llegaron a América para hacer crecer la semilla de la caridad hecha servicio: nosotros somos los frutos.

HOY…

Debemos sentirnos parte y fruto vivo de la entrega de seis hermanas que, abandonadas a la Misericordia de Dios, asumieron el desafío de hacer crecer el carisma. Somos parte de una historia que nos exige seguir los pasos de nuestra Madre, construyendo la unidad, actuando por razones de caridad, para aliviar el dolor del prójimo, para reconciliarlo con el amor de Cristo, que sabe mirar más allá, para ser un hogar para cada corazón desamparado. Asumamos el desafío de crecer, de llevar al mundo una presencia que salva y la belleza de la caridad hecha servicio. Descubramos el valor de la gratitud, lo divino del perdón, lo placentero de la alegría, y la riqueza de cada uno, para ponerla al servicio del Reino, y así, vivir para Dios, como Ana María.

Demos gracias a todas las religiosas y demás personas, que con pasión y dinamismo, mantienen viva la obra de Ana María. Día a día, iluminan nuestras esperanzas con sencillez y humildad, se ponen en el lugar de aquel que las necesita; sirviéndolo con un corazón dispuesto, para que crezca en él el espíritu de caridad. Tienen el privilegio de educar, de construir un futuro que necesita de laicos comprometidos que den la vida por Cristo y prediquen con sus actitudes el Evangelio. Son artífices de una historia que arde en lo más profundo de sus almas, y las anima a luchar por la paz y la unidad. Tienen el privilegio de dar amor, irradiar felicidad, sentirse realizadas, aspirando siempre a más y caminar con Dios al lado, comprendiendo que los pequeños gestos son grandes a los ojos del Señor.

RECONOZCAMOS LAS VIRTUDES DE ANA MARÍA HOY, SEAMOS MISERICORDIA, SEAMOS HOGAR DE LA CARIDAD…

Y PARA SIEMPRE…

Seamos un hogar para el hermano,

extendámosle una mano…

Aprendamos a pedir perdón,

para descubrir la humildad del corazón…

No olvidemos agradecer, así

nuestro prójimo nos ayudará a crecer…

Que nuestro motor sea la caridad,

para alcanzar la verdadera felicidad…

Vivamos en la esperanza,

pongamos en Ana María nuestra confianza…

Demos  sin esperar recibir,

que nuestra Madre nos enseñe a compartir…

Sigamos los pasos de  Ana María,

siendo fieles a su carisma día a día…

 

¡ CON JESUS, JOSE Y MARÍA, JANERIANOS TODO EL DÍA!

 

Mas información en: www.anamariajaner.org

 

Lucas Romero