El mangrullero

martes, 18 de octubre de
image_pdfimage_print

El mangrullero

por Mamerto Menapace, publicado en Madera Verde, Editorial Patria Grande.

(nota explicativa: el mangrullo era una construcción de madera, a manera de torre, que se elevaba en los fuertes ubicados en la frontera con los indígenas en las Pampas argentinas del siglo XIX, y servía para vigilar a la distancia y estar atento ante los ataques del enemigo. La persona responsable de vigilar y dar el grito de alerta era el mangrullero)

Mangrullo

 

 Entre los bichos y entre las personas, hay quienes tienen la misión de ver antes y de ser responsables en ellos. Es una doble misión: la de ser contemplativos y la de estar comprometidos plenamente.

Igual que el chajá, responsable de dar el alerta a todo el bicherío lagunero frente al peligro o a la intrusión de un extraño. Y para ello no dispone más que del grito. Las púas de los alerones, apenas si son el símbolo de su capacidad de estar alerta para la defensa. Pero en realidad su única arma es el grito. Y aun éste, para ser eficaz, debe contar con la capacidad de escucha, en los demás y ser interpretado debidamente.

Porque cada bicho sigue siendo responsable de su propia actitud frente al peligro y a la vida. Lo mismo que cada habitante de la ciudad sitiada tendrá que asumir la responsabilidad de su respuesta frente al grito de alerta de centinela.

Con todo, será al centinela a quien se le pedirá cuenta sobre la vida y la muerte de los demás. Evidentemente no se lo enjuiciará por lo que los otros hicieron o dejaron de hacer. Se le pedirá cuenta del uso de su grito de alerta o de su silencio. ¿Estaba despierto, o dormía? ¿Alertó a la vida frente al peligro, o más bien apañó su inconsciencia? Si el centinela prefirió contemporizar, se lo condenará como asesino de aquellos a los que no despertó de su letargo frente al peligro.

Porque en este oficio a veces uno está tentado de creer que la mejor manera de amar es callarse, condescender, no sacudir, esperar. Puede ser incluso que haya ocasiones en que esto se pueda hacer; pero hacerlo frente al peligro da el mismo resultado que odiar: conduce a la muerte. Y el Señor Dios pedirá cuentas al centinela de la muerte de aquellos que hubiera debido alertar a fin de que se salvaran.

Porque Dios ama la Vida. Por ello es exigente con aquellos a los que se la confía. La vida está permanentemente en estado de sitio. Por eso nunca faltará la misión del centinela.

Segregado del resto, que por confiar en él puede entregarse despreocupadamente a lo suyo, el centinela se siente profundamente en comunión de todo su pueblo. Lo mismo que el vigía de la bandada, que parado sobre su atalaya, no comparte con sus compañeros la tarea común justamente por estar encargado de la responsabilidad de velar por su comunidad.

Desde su soledad aceptada como encargo, está totalmente integrado a la vida de los demás. Ocupa un puesto de avanzada, y sin embargo no tendrá que comprometerse en las acciones inmediatas de la lucha, que podrían distraerlo de su misión fundamental de estar en alerta.

Desde la frontera de su pueblo, está solo frente a Dios, en el corazón de la historia que vive su pueblo.

 

 

Mayra Garcimuño