Evangelio según San Marcos 9,14-29

sábado, 5 de febrero de
image_pdfimage_print

En aquel tiempo, cuando Jesús y los tres discípulos bajaron de la montaña, al llegar adonde estaban los demás discípulos, vieron mucha gente alrededor, y a unos escribas dicutiendo con ellos. Al ver a Jesús, la gente se sorprendió, y corrió a saludarlo. Él les preguntó: "¿De qué discutís?" Uno le contestó: "Maestro, te he traído a mi hijo; tiene un espíritu que no le deja hablar y, cuando lo agarra, lo tira al suelo, echa espumarajos, rechina los dientes y se queda tieso. He pedido a tus discípulos que lo echen, y no han sido capaces."

Él les contestó: "¡Gente sin fe! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo." Se lo llevaron. El espíritu, en cuanto vio a Jesús, retorció al niño; cayó por tierra y se revolcaba, echando espumarajos. Jesús preguntó al padre: "¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto?" Contestó él: "Desde pequeño. Y muchas veces hasta lo ha echado al fuego y al agua, para acabar con él. Si algo puedes, ten lástima de nosotros y ayúdanos." Jesús replicó: "¿Si puedo? Todo es posible al que tiene fe." Entonces el padre del muchacho gritó: "Tengo fe, pero dudo; ayúdame." Jesús, al ver que acudía gente, increpó al espíritu inmundo, diciendo: "Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: Vete y no vuelvas a entrar en él." Gritando y sacudiéndolo violentamente, salió. El niño se quedó como un cadáver, de modo que la multitud decía que estaba muerto. Pero Jesús lo levantó, cogiéndolo de la mano, y el niño se puso en pie.

Al entrar en casa, sus discípulos le preguntaron a solas: "¿Por qué no pudimos echarlo nosotros?" Él les respondió: "Esta especie sólo puede salir con oración."

 

Palabra de Dios


Pbro. Maximiliano Turri

  

El Papa Benedicto XVI, en su última exhortación apostólica llamada Verbum Domini, que trata sobre la Palabra de Dios en la vida y la misión de la Iglesia, nos ayuda a descubrir el valor de la Palabra de Dios en la vida de cada uno. Él cita una expresión de San Jerónimo: “Quien desconoce la Escrituras, desconoce al mismo Cristo Jesús”.
 
Desconocer, y esto significa no tener cotidianeidad con la Palabra. Cuando la Escritura habla de conocer, no habla de un ejercicio de la inteligencia, sino de una cotidianeidad con la Palabra, entrar en contacto, hacerse familiar de ella. Hace que uno, si uno no tiene cotidianeidad, no entre en relación con la misma persona de Jesús, que es la que hablan los textos.
 
Desconocer la Escritura, desconocer a Cristo, es urgente entonces que entremos en contacto con ella, porque si no entramos en contacto con la Palabra de Dios en quién confiamos, en quién apoyamos nuestras vidas, en quién entregamos nuestras enfermedades, nuestras angustias, o quién dejamos la propia muerte, si desconocemos en definitiva a Jesucristo.
 
Gracias a Dios, después de la reforma del Concilio Vaticano II, la Iglesia nos ofrece infinitas oportunidades para entrar en contacto con los textos bíblicos, vale decir los contactos y las páginas de internet, las liturgias cotidianas que nos ofrecen en las librerías parroquiales, los grupos bíblicos que profundizan sobre el misterio de la Palabra, etc.
 
Necesitamos cada uno tener el momento diario, y cada uno verá cuál es su tiempo posible en el día para entrar en contacto con la Palabra de Dios. El rezar, el entrar en contacto con la Palabra es una cuestión de agenda, es una cuestión de organizarnos, cuántas veces el día se nos va y no pudimos ni siquiera hacer aquello que queríamos. Es bueno poner un orden de prioridades, de qué manera arrancar el día o dónde está la centralidad de la Palabra en el día, porque el encuentro personal, único y exclusivo es entre Él, Dios mismo que me habla por su Palabra, y yo que con un corazón humilde me puedo acercar a escucharlo y a dejarme transformar.
Es el encuentro el que me transforma, el encuentro con su Palabra, con su persona escondida en los textos, ese encuentro es el que me permite sostenerme y encontrar la fuerza para cada seguir.
 
Que la Palabra de hoy te hable a tu corazón, pero que vos puedas poner tu corazón a la escucha atenta de su Palabra.
 
Que Dios te bendiga.

 

Oleada Joven