Evangelio segun San Mateo 7, 21-27

viernes, 4 de marzo de
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No son los que me dicen: 'Señor, Señor', los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: 'Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?'.
Entonces yo les manifestaré: 'Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal'.
Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca.  Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande".

Palabra de Dios

 


 

Monseñor Mario Maulión  Obispo de la Arquidiócesis de Paraná

 

Estamos, en estos domingos, recordando el sermón de la montaña.

Jesús comienza su acción llamando a la conversión: “Conviértanse porque el Reino del Señor está cerca”, y nos llama a la conversión para el Reino.

El Reino, es lo que pedimos en cada Padre Nuestro: “Que venga Tu Reino”. El Reino de Dios es Dios reinando y actuando en cada uno de nosotros y en nuestra historia.

Todo el evangelio, pero sobre todo, todo el sermón de la montaña es la proclamación del Reino.

Jesús dirige la palabra a todos, pero más especialmente a sus discípulos, ¿quiénes eran?: los que habían creído en Él, los que le estaban creyendo y estaban siguiéndolo.

Lo que hoy escuchamos en el evangelio es la culminación de todo ese sermón de la montaña. Y en este párrafo de la última parte de ese sermón, Jesús señala quiénes no entrarán al Reino. Esta frase de Jesús: “No son los que dicen ‘¡Señor, Señor!’”, no los que profetizan, no los que expulsan demonios, ni los que hacen milagros. ¿Cómo dice esto Jesús? Jesús es el que había dado la orden de orar y de pedir al Padre. Jesús, a estos amigos, apóstoles, discípulos, los envía a predicar, es decir a profetizar, a expulsar demonios, a hacer milagros. Entonces ¿en qué quedamos? ¿Cómo dice Jesús no basta con orar?, porque es posible, sobre todo en el creyente, que uno pueda orar, profetizar, hablar, hasta hacer milagros y no ser bueno. ¿Quiénes entonces es bueno?: El que cumple la voluntad del Padre, es decir el que escucha y pone en práctica.

El gran riesgo del creyente, del discípulo que es enviado, es que escuche y no practique, que invoque al Señor pero su corazón esté lejos, que enseñe la Palabra pero que por su conducta la valla desmintiendo. Puede llegar a  hacer milagros, pero no llega al corazón. Esto Jesús se lo había reprochado a los fariseos, les decía a la gente: “Hagan lo que ellos les enseñan, pero no obren como ellos, porque ellos no hacen lo que dicen”. Jesús es quien escuchó al Padre  e hizo lo que Él quería. Por eso quien oye la Palabra y la pone en práctica, como lo hizo Jesús, como lo hizo la virgen, es quien construye su casa, es decir su destino, su propia historia, sobre roca, sobre lo sólido. Podrán venir todas las dificultades que pueda haber en la vida, algunas inesperadas, otras crueles y duras, pero todo eso no tirar abajo la casa, porque está construida sobre terreno sólido, el terreno de la Palabra que se cumple y que se guarda en el corazón. La virgen así escucho la palabra, así la puso en práctica, así fue Madre y así es nuestra Madre, la que colabora con Jesús en nuestra salvación.

“No todo el que dice ‘¡Señor, Señor!’, sino el que pone en práctica”.

Que así lo seamos.

 

 

Oleada Joven