Evangelio segun San Lucas 24, 35-48

jueves, 28 de abril de
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Los discípulos, por su parte, contaron lo que les habían pasado en el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: La paz esté con ustedes. Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: ¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un Espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo. Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: ¿Tiene aquí algo para comer? Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; él lo tomó y lo comió delante de todos. Después les dijo: Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos. Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto.

 

Palabra de Dios


 

Monseñor Estanislao Karlic   Obispo emérito de la Arquidiócesis de Paraná



 

Queridos Hermanos, en este día la alegría de la Pascua debe llenar nuestros corazones. Hemos celebrado Pascua y el misterio de Cristo Resucitado debe llenar todas nuestras actitudes, debe llenar todas nuestras voluntades, para que así también nosotros participemos ya, de esa alegría que nos ha prometido para siempre el Señor. El Señor sabia muy bien que sus discípulos tenían dificultades para reconocer el misterio de la Resurrección, por eso acompañó a los discípulos de Emaús, para que mientras caminaban con tristeza su corazón escuchase sus palabras, las palabras de ese desconocido que se les acercó en la travesía hacia Emaús. Y así los fue convenciendo del misterio, hasta el momento al que sentados a la mesa partió el pan, ahí lo reconocieron.

 

En el Evangelio de hoy recuerda su aparición después de se momento cuando ellos estaban recogiendo la noticia de los discípulos de Emaús, la noticia de Resurrección, y el les dice apareciéndose: Vean mis manos y mis pies, soy yo en persona. Hoy nos dice lo mismo, Vean mis manos y pies, soy yo en persona. Creamos en esa Verdad maravillosa, el destino de Jesús la gloria de Dios en la carne de los hombres, esto es la Resurrección de Jesús.

 

La Resurrección de Jesús es la anticipación de lo que será nuestra eternidad, vivir resucitados por él, con él y en él, para alabar a nuestro Padre como lo hace él, con la fuerza del Espíritu Santo. Entonces, ahora apenas pasado el día maravilloso de la Pascua, la Vigilia estupenda, en el que nosotros celebramos con alegría la Resurrección del Señor, que empezó nuestras gracias, y así empezó también nuestra gloria.

 

Hoy también tenemos que decir por ayuda, por misericordia del Señor: Creo Señor, aumenta mi fe. Pero yo quiero decir también: Vivo Señor, aumenta mi vida, para que cada vez más sea mas intenso mi amor y así más intensa mi cercanía a tu corazón. Hoy también quiero comprometerme a anunciar este misterio que es el Misterio de la Vida y de la muerte, de la muerte que es superada y de la vida que no pasa. Creo, vivo, anuncio, y anuncio a todos mis hermanos, porque la vocación de todos los hombres, es la vocación divina en Cristo, lo sepan o no lo sepan. Los cristianos lo sabemos, lo queremos anunciar al mundo, aunque el mundo tenga tantas dificultades para abrirse al misterio de Dios y de su Amor. Con la fuerza de la Pascua, yo quiero creer, vivir y anunciar. Gracias Señor.

 

Oleada Joven