Evangelio segun San Juan 6, 1-15

jueves, 5 de mayo de
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En aquel tiempo, Jesús pasó a la otra orilla del lago de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque veían los signos que hacía con los enfermos. Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba próxima la fiesta judía de la pascua. Al ver Jesús que mucha gente acudía a él, dijo a Felipe: ¿Dónde podríamos comprar pan para dar de comer a todos éstos?
Dijo esto para ver su reacción, pues él ya sabía lo que iba a hacer. Felipe le respondió: Con doscientos denarios no compraríamos bastante pan para que cada uno tomara un poco. Entonces intervino otro de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, diciendo: Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es ésto para tanta gente?
Jesús mandó que se sentaran todos, pues había mucha hierba en aquel lugar. Eran unos cinco mil hombres. Luego tomó los panes, y después de haber dado gracias a Dios, los distribuyó entre todos. Hizo lo mismo con los peces y les dio todo lo que quisieron. Cuando quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: Recojan lo que ha sobrado, para que no se pierda nada. Lo hicieron así, y con lo que sobró de los cinco panes llenaron doce canastos.
Cuando la gente vio aquel signo, exclamó: Este hombre es verdaderamente el profeta que debía venir al mundo. Jesús se dio cuenta de que pretendían proclamarlo rey. Entonces se retiró de nuevo a la montaña, él solo.

 


 

P. Ivanildo Sales Chavez   Asesor de la Pastoral Juvenil de los Agustinos Recoletos

 

 

 

Hoy en esta hermosa palabra que nos trae el evangelio en el capítulo 6 de San Juan, nos habla de una gran multitud que seguía a Jesús, la forma de Jesús que había llegado a muchos pueblos, a muchos corazones, a muchos lugares, había llegado a los oídos de esta gente que aquel hombre había realizado muchos signos, había sanado a enfermos, había hecho a paralíticos andar, a ciegos a recobrar la vista. La gente sabía que estaba delante de alguien que estaba revesito de un poder divino, que esta revestido de una unción muy especial y por eso era capaz de realizar estos signos…Y Jesús delante de esta multitud, sensibles a sus necesidades, como Jesús era un experto en el ser humano, se compadece de su pueblo hambriento y Jesús no puede ser indiferente a la necesidad de la gente y con la colaboración de sus discípulos, el realiza el maravilloso milagro de la multiplicación de los panes , saciando el hambre de mas de 5000 hombres nos cuenta el evangelio.

 

 

Aquí encontramos un relato que nos recuerda, de forma elocuente a la “Eucaristía” como celebración, como don, porque si nosotros observamos, vemos como Jesús convoca, reúne, ora al Padre y después da gracias, y esta frase dar gracias, en el griego significa la eucaristía: Dar gracias es Eucaristía, luego se reparte el pan y todos quedan plenos, es decir todos quedan saciados.

 

 

Es un hermoso pasaje que nos invita a revalorizar este importante sacramento en nuestras vidas: “Eucaristía que es fuente y ápice de la vida cristiana” es un llamado a redescubrir en nuestra vida el lugar que debemos dar a la participación del banquete eucarístico, es decir la misa. Porque a veces nuestra vida va en un ritmo demasiado acelerado y es necesario darle a la vida, esta “pausa” que ella merece y en la eucaristía mora justamente esta pausa que nosotros hablamos.

 

 

Existen momentos en que la vida nos pide calma, nos pide pausa, nos pide un ritual a ser obedecido, por ejemplo una experiencia humana: Una buena comida merece ser saboreada , y ella posee todo un ritual a ser obedecido y su encanto sobreviene justamente en este rito, allí se esconde su sabor. Lo mismo sucede con la Eucaristía, el rito, la pausa, la calma, el sabor, podríamos decir que son palabras que tejen todo un significado que esta lleno de misterio y de belleza.

 

 

En la Eucaristía también sucede como en la amistad, cuando disfrutamos de la presencia de un amigo, no existe la prisa, no existe el reloj, no existe el peso en esperar, como nos juntamos por ejemplo a cenar con un amigo, mientras esperamos por el alimento, nos alimentamos de palabras, nos alimentamos de miradas, de sonrisas, de gestos, de silencios y así nuestra vida se va llenando de alegrías, de sentido, de encanto. Aquí podemos entender la diferencia que los griegos hacían entre estas dos categorías: Cronos y Kairos: Es decir el Kairos es el tiempo lleno de encanto, tiempo lleno de sabor, es el tiempo que disfrutamos, es el tiempo que pasa sin que se note, sin que nos pese, es el tiempo marcado por el rito, la calma, la pausa .

 

 

El misterio Eucarístico es Kairos, podríamos decir es Kairos…Es tiempo de gracia, no combina con la prisa, es éxtasis que eleva el corazón y lo lleva a suspirar, suspirar por la eternidad, por Dios, es sabor que sabe encuentro con el trasfigurado. Es este momento en donde místicamente, podríamos decir, en donde los sabores de aquí, se mezclan con los de allí: Es decir en donde los sabores de la tierra, se mezclan con los sabores de la eternidad, con los sabores del cielo, en donde el tiempo presente pasa a pulsar en el compaso de la eternidad.

 

 

Entonces queridos amigos, queridos oyentes, queridos jóvenes, la invitación que nos hace la palabra de hoy es muy clara, ojalá podamos descubrir la gracia de este tiempo, que no cabe en el tiempo, un tiempo sin pesos, sin relojes, sin prisa: La Eucaristía es el lugar que nos espera para la fiesta comenzar.  Ojala nuestro corazón pueda hoy escuchar de el Señor una vez mas: “Felices los invitados a participar de esta cena.” Hasta una próxima oportunidad, si Dios quiere.

 



 

Oleada Joven