Evangelio según San Mateo 14,1-12

viernes, 29 de julio de
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En aquel tiempo, la fama de Jesús llegó a oídos del tetrarca Herodes, y él dijo a sus allegados: "Este es Juan el Bautista; ha resucitado de entre los muertos, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos".
Herodes, en efecto, había hecho arrestar, encadenar y encarcelar a Juan, a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, porque Juan le decía: "No te es lícito tenerla".  Herodes quería matarlo, pero tenía miedo del pueblo, que consideraba a Juan un profeta.
El día en que Herodes festejaba su cumpleaños, la hija de Herodías bailó en público, y le agradó tanto a Herodes que prometió bajo juramento darle lo que pidiera.  Instigada por su madre, ella dijo: "Tráeme aquí sobre una bandeja la cabeza de Juan el Bautista". El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por los convidados, ordenó que se la dieran y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Su cabeza fue llevada sobre una bandeja y entregada a la joven, y esta la presentó a su madre. Los discípulos de Juan recogieron el cadáver, lo sepultaron y después fueron a informar a Jesús.

 

Palabra de Dios

 


 

De nuestra redacción:

 

El Evangelio de hoy nos invita a contemplar todo el entramado de la muerte de Juan el Bautista, cómo el mal actúa dejando ciego el corazón enredándolo en sus propios engaños. Pero si ahondamos aún más profundo, nos detenemos en ésta fama que había llegado a Herodes sobre Jesús y cómo él lo consideraba. Y aquí nos preguntamos: ¿quién es Jesús para el mundo, para mi hermano, para mí? ¿ellos, yo conozco a Jesús? ¿Jesús llega a través de mí a mis hermanos?

Muchos son los han escuchado hablar de Jesús y muchos también los que aún no saben nada de Él. Sabemos que no sólo se trata de escuchar hablar de Jesucristo, sino también de verlo, de encontrármelo en la calle, en el trabajo o el estudio, en tu compartir con amigos. El cristianismo no se reduce a palabras sino que se expande y toma forma de obras, de gestos, de latidos. 

Es una desafiante invitación a ir más allá, y animarnos no sólo a creer en el Evangelio y ser buenos a los ojos del mundo, se trata de ser Evangelio, de transmitir vida, de edificar al que sale a mi encuentro en el Amor.

Para cumplir ésta misión debemos recurrir a Dios, más que "debemos" elegimos que Él venga a nosotros con Su Palabra, con la Eucaristía, en la oración y tanto más, y así empaparnos de tal manera que mis hermanos siempre encuentren a Dios en mí.

Con el testimonio ardiente de entrega total, sin peros de Juan el Baustita y de la mano de Mamá María, nos sumamos a ésta bella misión de ser Cristo, de testimoniarlo con nuestras vidas, en ésta Tierra, ésa que cada día recorremos y que tanto necesita de Dios.

¡Amén!

¡Que tengas un bello y bendecido día!

 

Oleada Joven