Evangelio segun San Lucas 7, 1-10

viernes, 9 de septiembre de
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En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar a la gente, entró en Cafarnaúm. Había allí un oficial romano, que tenía enfermo y a punto de morir a un criado muy querido. Cuando le dijeron que Jesús estaba en la ciudad, le envió a algunos de los ancianos de los judíos para rogarle que viniera a curar a su criado. Ellos, al acercarse a Jesús, le rogaban encarecidamente, diciendo: 
«Merece que le concedas ese favor, pues quiere a nuestro pueblo y hasta nos ha construido una sinagoga». Jesús se puso en marcha con ellos.
Cuando ya estaba cerca de la casa, el oficial romano envió unos amigos a decirle: "Señor, no te molestes, porque yo no soy digno de que tú entres en mi casa; por eso ni siquiera me atreví a ir personalmente a verte. Basta con que digas una sola palabra y mi criado quedará sano. Porque yo, aunque soy un subalterno, tengo soldados bajo mis órdenes y le digo a uno:
“¡Ve!”, y va; a otro: “¡Ven!”, y viene; y a mi criado: “¡Haz esto!”, y lo hace».
Al oír esto, Jesús quedó lleno de admiración, y volviéndose hacia la gente que lo seguía, dijo: 
«Yo les aseguro que ni en Israel he hallado una fe tan grande». 
Los enviados regresaron a la casa y encontraron al criado perfectamente sano.



Palabra de Dios

 

 

 






Pbro. Maximiliano Turri

 

Tres actitudes se desprenden hoy, en el Evangelio según San Lucas.

 

La primera es la súplica con insistencia de los ancianos judíos. Suplica con insistencia el que no se deja ganar por el desaliento, de no ser oído en la primera vez que eleva una oración; persevera el que tiene esperanza y el que ya ha hecho experiencia previa de la fidelidad de Dios. Si Dios ha escuchado mis oraciones anteriormente, ¿por qué habría de dejar de hacerlas ahora? 

La súplica con insistencia es la mejor manera de que estamos convencidos de que DIos nos dará una respuesta, casi sin importar cuál es esa respuesta, pero sí que nos manisfestará que Él sigue estando y que sigue siendo fiel.

 

La segunda idea, la segunda actitud, es la del centurión que manda a decir por otros, porque no se anima a presentarse delante de Jesús, no por falsa modestia, sino que no se considera que Dios pueda atender su necesidad, como que no se merece semejante atención. 

La actitud de humildad, el mostrarse tal cual se es, es la primera condición para mostrarle a Dios lo que somos en verdad. Estamos tan acostumbrados a querer agradar a todos, que nos creemos con DIos de la misma forma, que tiene que ser así, como que solamente tenemos que mostrar lo bueno y las cosas que hicimos bien, todo lo malo o los defectos son para guardarlos, no para presentárselos delante de Él. El ejemplo del centurión nos alienta, mostrar lo que somos, aunque nos dé vergüenza, no tiene que ser así ante DIos. 

 

Y por último, la respuesta de Jesús, que se admiró de esta actitud del centurión, Jesús no se admira de lo bueno, ni de lo perfecto; se admira de lo honesto, de lo sincero, de lo humilde, de lo auténtico. Qué maravilloso es el Señor que se conmueve ante un corazón así, Dios nos busca así, como somos. Él quiere encontrarse con la verdad de lo que cada uno de nosotros es, delante de Él, en lo profundo de nuestro corazón.

 

La única condición que nos presenta DIos en el Evangelio para escuchar y conceder lo que se pide es la de la verdad, la autenticidad, que en definitiva es la de mostrarnos tal cual como somos. 

 

Qué hermoso hoy poder presentarnos delante de DIos y no tener miedo, qué hermoso saber que Él quiere concedernos lo que necesitamos, pero más hermoso es saber que no tenemos que escondernos de Él.

 

Que tengas un hermoso día. Que Dios te bendiga.

 

 

 

 

Oleada Joven